Capítulo 10.

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Capítulo 10.

Diciembre, 2027.

Miro a mi alrededor, el gimnasio está casi vacío. Apenas cinco o seis personas, Fede y yo.
Es algo normal, es 24 de diciembre y la gente se prepara para cenar en familia, dejar los regalos debajo del árbol y salir de fiesta.
Yo no tengo que cenar con nadie, no tengo regalos que dejar debajo el árbol y no tengo demasiadas ganas de salir de fiesta.

Por eso sigo aquí, golpeando el saco de boxeo pequeño una y otra vez sin parar. Con ambas manos, lo más deprisa que puedo moverme.
Trato de ni mirar mucho hacia Eva, no quedarme mirándola fijamente para que no pueda leer en mis ojos cuál va a ser el próximo paso de mi venganza.

Voy a hacer que la despidan, y eso, no es algo tan fácil como incendiar unas oficinas o destrozar una casa.
Ya he puesto el plan en marcha, ayudándome de todos los contactos de Gabriel.

-Hugo. -Una mano se apoya en mi hombro, me giro para ver la sonrisa cansada de Fede. Cada año se le nota más las arrugas de su cara y en esta época del año, las ojeras. No es una época fácil para él, yo lo sé y poca gente más lo sabe.- ¿Te importa cerrar hoy? Mi mujer se ha empeñado en comer en casa de mi hijo mayor, aparentar que no falta nadie y...
-Yo cierro, no te preocupes.

El hombre me da un abrazo y tras un "Feliz Navidad" coge su abrigo, el sombrero y sale por la puerta del gimnasio.
He visto en sus ojos que quería preguntarme por ella, saber como está. Quería saber más de su hija que lo que puede ver viéndola de lejos.
Y es que tiene que ser duro no poder ayudarla, tiene que ser muy jodido saber que tu hija está en un pozo tan hondo y que tú no puedes hacer nada por ayudarla.
Lo ha intentado todo, la llevó a centros de desintoxicación, quiso ocupar todo el tiempo libre de ella para que no volviese a consumir, prácticamente hacía todo lo que estuviese en su mano para verla bien.
Pero de nada servía si Rúa se escapaba por las noches y consumía todo lo que no había consumido en los días anteriores.

Y tuvo que dejarla ir, no podía tener a un león enjaulado, se volvía loca y desaparecía por días hasta que la encontraban durmiendo debajo de unos cartones.
Ella quería ser calle, ella se puso ese nombre y nunca supe cual era el verdadero.

Hacía días que yo no la veía, que no sabía nada de ella. Prácticamente desde que la eché de mi casa.
La conocí de casualidad y fue una sorpresa enterarme de que el tío que me insistía en entrenar en su gimnasio era su padre.
Hizo conmigo lo que no pudo hacer con su hija, sacarme de ahí.
Y siempre le estaré agradecido por eso.

-Podéis quedaros hasta la hora que queráis, hoy cierro yo y no tengo prisa.

Es la verdad y no quise mirar a los ojos de Eva para que viese lo vacío que estaban.
El año pasado Gabriel ya no estaba y no pude evitar caer en la tentación de drogarme hasta acabar sin acordarme demasiado de esa noche.
Solo sé que no pensé, hacia poco tiempo que mi amigo había muerto, odiaba con todas mis ganas a Eva y no tenía a nadie.
Me quedé solo.
Y no llevé especialmente bien la soledad.

La muerte tan reciente de mi amigo también me trajo los recuerdos del día que mis padres y mi hermano murieron en aquel maldito accidente de coche.
Todo se me juntó y Rúa fue mi vía de escape, ella y todo lo que la rodea.

Una hora después casi me he quedado solo en el gimnasio.
Me doy la vuelta para seguir golpeando el saco rojo frente al que estoy ahora pero una mano enredándose en mi pelo me hace cerrar los ojos y quedarme parado.

-¿Qué quieres? -No me giro, no lo hago para no verla, para no sucumbir a la tentación de llevármela a las duchas ahora que hay poca gente en el gimnasio y terminar lo que empezamos hace unas noches en mi apartamento.-
-Desearte feliz Navidad.
-Ya lo has hecho, ya puedes irte. -Sus ojos aparecen delante de mí, detrás del saco. Y me sonríe. Me sonríe ignorando mi tono seco, borde.-
-Estoy esperando mi felicitación. -Golpeo suavemente el saco, para no hacerle daño, para que simplemente se dé por vencida.- ¿Esa es la fuerza que tienes?
-No me provoques. -Voy a volver a golpear el saco pero freno mi brazo cuando Eva lo aparta y pone su cuerpo delante. Ladeo la cabeza hace la izquierda y frunzo el ceño.- Quítate.
-Quiero mi felicitación. -Se queda callada unos segundos en los que me sigue mirando sonriendo.- Y un abrazo.
-Estás loca.

Frenesí Where stories live. Discover now