Capítulo 13.

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Capítulo 13.

Diciembre, 2027.

Abro los ojos al escuchar ruidos fuera de mi habitación. Quizá solo es un sueño, quizá solo es algo que está en mi imaginación. Me doy media vuelta para seguir durmiendo, para volver al sueño donde iba con una lancha a toda velocidad entre las olas sin importarme nada más que no terminar volcando.

"Crack"

Me siento en la cama casi de un salto al escuchar como un vaso parece haberse roto. Suspiro y miro el reloj, son las tres de la mañana, hace apenas un par de horas que conseguí que Rúa se durmiese en el sofá y me vine a mi habitación.
Podría haberle preparado la habitación de Gabriel, pero aún no he sido capaz de entrar ahí, de mover sus cosas, de deshacerme de lo que dejó en la que durante mucho tiempo fue su habitación.

Pongo los pies en el suelo, y prácticamente los arrastro hasta salir al pasillo. La luz del salón está encendida y escucho como los cubiertos son movidos de un lado a otro. Como se abren y cierran cajones casi a la vez, como pasa lo mismo con las puertas de los armarios.
Bostezo mientras camino hacia la cocina y veo a Rúa revolviéndolo todo, caminando de un lado a otro, pasando sin casi inmutarse por encima de los cristales.

-¿Rúa? -Mi voz capta su atención y clava su mirada en mí. Le tiemblan las manos y también el labio. Suspiro sabiendo lo que le pasa, sabiendo por experiencia propia lo que está sintiendo ahora.- No vas a encontrar nada.
-Algo tiene que haber. Yo te traje. ¿La has consumido toda? -Niego con la cabeza ante su voz desesperada.-
-La tiré por el fregadero.
-¿¡Entera!?

Asiento y sus piernas las dirigen a ese desagüe por el que ya no hay nada de rastro de aquella sustancia que me dejó en el bolsillo cuando la llamé.

La tiré por Eva, la tiré porque prefería que ella se quedase a meterme todo aquello por la nariz.
Prefería tener la oportunidad de besarla otra vez y pasar toda la noche así, antes que colocarme y no recordar con claridad al día siguiente como había llegado a la cama.

Vuelvo al presente cuando sus manos agarran la camiseta de mi pijama y me trata de zarandear.
La miro con el ceño fruncido y le aparto con fuerza pero cuidado las manos de mi ropa.

-Tienes que respirar.
-Déjame.
-El mono es jodido, lo sé, pero se pasa.
-¡Qué me dejes!

Se deshace de mi agarre y camina hasta el sofá, sentándose con las piernas cruzadas y balanceándose hacia delante y hacia atrás.
Suspiro mirando al techo.
No fui consciente de que la ansiedad aparecería, que podría destrozar mi casa, que dejaría de ser dueña de su cuerpo y solo sería presa de sus adicciones.
No fui consciente de nada de eso cuando le abrí la puerta y la dejé durmiendo en mi sofá.

Recojo con cuidado los cristales del vaso roto en el suelo, los tiro a la basura y traigo del baño el botiquín para curarle los pies.
Mañana va a lamentar mucho el arrebato de esta noche. Mañana ella sentirá las consecuencias de la ansiedad de ahora.

Me siento a su lado y su mirada me fulmina antes de perderse en la pantalla apagada del televisor.
La enciendo para que su cabeza deje de pensar, para que se centre en la mujer con el pañuelo en la cabeza y un montón de cartas encima de la mesa que dice poder adivinar el futuro de la pobre persona que se está dejando el sueldo del mes en la llamada.

Tiro despacio de sus piernas para que las coloque encima de las mías, con la misión de curar las heridas de sus pies.
Suspiro antes de agachar la cabeza para ver mejor como hay un cristal pequeño incrustado en la planta de su pie.
Intento sacarlo con cuidado de no hacerle daño.
La miro y una lágrima cae por su mejilla en silencio.

Frenesí Where stories live. Discover now