Capítulo 1.

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Capítulo 1.

Noviembre, 2027.

La oscuridad de la noche solo se ve interrumpida por la tenue luz de las farolas y la luna.
El cielo parece querer esconder sus estrellas para que no vean lo que la oscuridad que hay en mí va a provocar.
Sonrío elevando solo la comisura derecha de mi boca de una forma sutil y nada agradable. Me atrevería a decir que se parece a esas que ponen los psicópatas en las películas cuando piensan en cosas que nada tiene de buenas. Ese momento en el que cuando lo ves dices: "¡Joder! ¡Cómo no me dado cuenta antes!" Porque llevaba en su cara que era el malo de la película pero hasta que no sonríe de esa forma, no te das cuenta.
Por suerte, esto no es una película, nadie me ve sonreír así y nadie va a descubrir que esto lleva mi firma.
Podré mantener mi anonimato al menos un poco más.
La adrenalina corre por mis venas cogida de la mano por la rabia, de todo lo que guardo dentro y poco a poco voy dejando salir.
De todo lo que no he contado y jamás voy a contar en voz alta.
De todo eso que crea agujeros negros en mi pecho y úlceras en mi estómago.
Todo aquello que me obligo a no olvidar, que no le permito al tiempo disminuir su intensidad.
Porque lo prometí.
Porque lo voy a cumplir.

Miro mi reloj, son las tres y veintitrés de la madrugada.
La calle está vacía, a excepción de algún tío que pasa dando tumbos a causa del alcohol.
Nada de lo que deba preocuparme.
Nada que vaya a ser capaz de acusarme.
La ciudad duerme y es cuando más despierto necesito estar yo.
Cuando mis sentidos más tienen que estar alerta.
Coloco con cuidado la capucha de mi sudadera negra en mi cabeza, subo la bufanda hasta mi nariz para ocultar parte de mi cara.
No puedo dejar que nadie me vea.
Tengo que evitar que las cámaras capten algún detalle de mí con el que puedan identificarme.

Me coloco bien los guantes y agarro con fuerza la garrafa que va a ser mi aliada esta noche.
El plástico aguanta sin romperse mi agarre.
Camino mirando a ambos lados para comprobar que sigo estando solo, que no hay dos ojos indiscretos pendientes de mí.

Nada a la derecha.
Nada a la izquierda.
Nada delante.
Ni nada detrás.

Delante de mí solo hay un gran edificio que conozco demasiado bien, tanto como para saber como entrar sin que el guardia de seguridad pueda percatarse de mi presencia.
Han sido muchos días los que he venido hasta aquí para pasar un poco de tiempo con mi amigo.
Muchas las horas en las que esperaba a que él terminase sus interminables reuniones.

Y ahora, ahora ya no queda nada de eso. Hace tiempo que no soy capaz de venir hasta este lugar.

Lleno mis pulmones de aire cuando saco de mi bolsillo la tarjeta que recogí de las cosas de Gabriel.
Él ya no la va a necesitar, no va a volver a este lugar y yo, hoy, me voy a encargar de que nadie pueda volver.

Agacho la cabeza, sabiendo que al entrar, en la esquina superior hay una cámara y frente a mí otra.
Camino con paso decidido hasta los ascensores, pulso el botón de la planta ocho y espero a que las puertas se cierren.
Una extraña sensación recorre mi cuerpo, es un aire frío que consigue llegar hasta mí y colarse por el cuello de la sudadera.
No es el frío habitual de la época en la que estamos, no. Es un frío distinto, algo que no puedo explicar con palabras. Algo que no me gusta sentir.
También son nervios, adrenalina, rabia, enfado, sentimientos de venganza y excitación.
Excitación por empezar a cumplir una promesa que hice hace un año. Un 15 de noviembre que fue tan oscuro como es la noche hoy.

Noto que mis ojos comienzan a escocer por culpa de las lágrimas que se agolpan en mis ojos y que retiro con enfado.
No quiero llorar.
Me siento débil, y no lo soy.
Yo no soy débil.
Y lo voy a demostrar.

Voy a ser yo quien ponga cada cosa en su lugar, quien comience una batalla dentro de una guerra por recuperar todo lo que un día Gabriel dejó aquí.
Soy yo quien va a hacer todo lo necesario para que ella pague por todo lo que hizo.
Voy a ser su peor pesadilla y esto solo es el comienzo de ese sueño del que va a desear salir aunque sea muerta.

Frenesí Where stories live. Discover now