Capítulo 5.

507 49 14
                                    

Capítulo 5.

Noviembre, 2027.

"Noviembre, 2026.

Gabriel no está, acabo de salir de su entierro. Aún no soy capaz de asimilar nada, hace una semana estábamos en su apartamento riendo y tomando cervezas, ahora su cuerpo descansa dentro de una caja de madera.

Miro el vaso que tengo delante de mí, son las tres del mediodía, algo pronto para un vaso de whisky con dos hielo que cuando pasa por mi garganta no apacigua el dolor de una marcha inesperada en mi vida.
Cierro los ojos y vacío el vaso de nuevo de un trago cuando la camarera lo vuelve a llenar.

Estoy solo, ahora no me queda nadie, ahora soy yo contra el mundo y siento que no estoy preparado para eso.
Me había acostumbrado a tener a Gabriel a mi lado, detrás de mí, reconduciendo mi camino una y otra vez.
Incluso me había acostumbrado a ver a su mujer, a Eva, los dos se convirtieron en mi familia, una que pude elegir o que me eligieron ellos a mí.
Y nada queda de eso ahora.
Solo queda este vaso de vuelvo a vaciar casi sin mirarlo.

-¿Mal de amores? -Levanto la mano sin mirar a la mujer que se acerca para mirarme más de cerca.-
-Acabo de enterrar a mi mejor amigo. -Aflojo el nudo de la corbata negra que hasta ahora no sentía que me apretaba. Si Gabriel me viese con traje y corbata me haría fotos para colgarlas por todo su piso, un hecho histórico diría con su habitual sonrisa.-
-Lo siento mucho.

Una mano agarra mi brazo y lo acaricia hacia arriba y hacia abajo para intentar transmitirme un pésame que no sabía que iba a recibir.
Levanto la cabeza para mirarla, es una chica que apostaría que no llega a los treinta años, morena, con una camiseta apretada que deja a la imaginación el volumen de sus pechos.
Maquillaje de ojos oscuros, al igual que el color de ellos, labios rojos intensos.
Ese tono me hace recordad a la primera vez que vi los de Eva, esa maldita boca que no ha salido de mi cabeza desde entonces.
Niego con la cabeza y vuelve a llenar el vaso de ese licor que quema mi garganta al bajar por ella.

Soy incapaz de llorar, estoy bloqueado. No he llorado desde que me dijeron que fuese a reconocer el cuerpo.
Quiero apartar aquella imagen de mi mente lo antes posible, no me hace bien recordar a mi amigo en aquella sala fría, con un plástico que lo tapaba.
Suspiro y le pido otra copa más.
Mi vista comienza a ser borrosa, las sillas del local parecen no saber quedarse quietas y siento que las palabras se agolpan y enredan en mi garganta.
Pago esta última copa y cuando el vaso está vacío me pongo en pie.
Tengo que agarrarme a la barra para no acabar tirado en el suelo.
Cierro los ojos unos segundos para tratar de poner cada cosa en su lugar, para que todo deje de dar vueltas.

-¿Estás bien? -Una voz a mi espalda me hace girar la cabeza y abrir los ojos. Es la misma camarera que ha estado llenando mis vasos de alcohol.-
-Sí.

Estoy muy bien, no me ha afectado en nada la muerte de mi mejor amigo. Sigo adelante.
¡Y una mierda!

Odio admitir que estoy perdido ahora mismo y que no sé como seguir. Que no tenía nada mejor que hacer que venir a este bar a ahogar las lágrimas que no han salido de mis ojos en alcohol.
Pero es la realidad.
Estoy solo.
Gabriel no está.
Y su mujer no ha aparecido en nada de su entierro.
Ni una sola noticia sobre ella.

-¿Necesitas que te ayude a salir? -Siento de nuevo sus manos, esta vez en mi espalda. Levanto la cabeza y me acerco a la chica hasta que mi boca atrapa con bastante menos torpeza de la que podría imaginar la suya.-
-Cierra el puto bar.

Frenesí Where stories live. Discover now