Capítulo 7.

465 51 15
                                    

Capítulo 7.

Diciembre, 2027.

Llevo dos horas en el gimnasio, golpeando distraído el saco que tengo delante. Mis ojos no han podido apartarse de Eva, de como Samuel trata de enseñarle a dirigir la fuerza de sus golpes hacia el saco y así infundir más daño.
Como, sin mucho éxito, trata de enseñarla a boxear.
El tipo aprovecha para ponerse detrás de ella, para agarrarla por las caderas, para susurrarle algo por lo que los dos ríen al oído.
Y su "entrenamiento" no es efectivo. Si Fede quería que estuviese lista para ese maldito torneo tan secreto que tiene, no lo va a conseguir así.

De nuevo el moreno lleva una de sus manos a la cadera de Eva, la agarra con fuerza para mostrarle como tiene que acompañar con el cuerpo el golpe.
Pero está más preocupado por lo cachondo que le pone, que porque ella lo haga bien.
Golpeo con demasiada fuerza el saco rojo que tengo delante haciendo que la cadena suene y los ojos de los que más cerca están se centren en mí, incluso los de ella. Frunce el ceño porque no puedo evitar mirarla, porque me es imposible girar la cara para el otro lado, y quiero hacerlo. Quiero dejar de mirarla para dejar de apretar los puños.

Mi puño impacta de nuevo en el saco y es cuando una mano se apoya en mi hombro. Me giro para ver a Fede, para ver como me interroga con la mirada por la agresividad que he dado los últimos golpes.
Pero no puedo decirle que vuelvo a estar celoso porque un tío se le acerca a Eva, no puedo ni quiero admitir que hubo un tiempo en el que evitaba a Gabriel porque no soportaba verlo con ella, y que he vuelto a caer en esas sensaciones.
Sacudo la cabeza tratando de decirle que estoy bien, que no me pasa nada, que solo es parte de mi entrenamiento. Pero no se lo cree.

-Vamos a mi despacho.

Es una pequeña habitación que hay a la derecha de la puerta de entrada al gimnasio, es algo demasiado pequeño pero suficiente para que quepa una estantería, una mesa y un ordenador desde el que controla las cámaras de vigilancia.
Sigo sus pasos, con la cabeza baja, son atreverme a mirala, porque siento que a pesar de los años, sigue teniendo ese poder de leerme como si de un libro abierto me tratase.

La puerta se cierra detrás de mí y Fede se apoya sobre el borde del escritorio, con sus brazos cruzados sobre su pecho.
Parece molesto y a la vez preocupado, deja escapar un suspiro que arruga un poco más su frente.

-¿Qué te pasa? Y no me digas que nada, porque nos conocemos Hugo.
-No me pasa nada Fede, de verdad.

No puedo admitir que siento celos por alguien a quien odio.
¿No son sentimientos incompatibles? Observo como se gira y saca algo del cajón que mis ojos no llegan a conseguir ver.
Se gira y se acerca mucho a mi cara, para observar mis ojos de cerca. Instintivamente me alejo dando un paso hacia atrás.

-¿Has vuelto a consumir? Creí que habíamos acabado con eso Hugo. ¡Joder!
-¿Qué? ¡No! ¡Joder, no! No he vuelto a meterme esa mierda. -Tiende su mano hacia mí, con un test.-
-No tendrás problemas en hacerte entonces el test. ¿No?

Y claro que no debería tener problemas en hacérmelo, pero siento un rechazo que me hace dar un paso atrás, que me trae todos esos recuerdos que trato de esconder todos los días, que trato de dejar atrás y eliminar de mi cabeza.
Porque no me hacen bien.

No me hace bien saber que soy un puto inútil que no dudó en adentrarse en un mundo del que sabía que tenía muy poca escapatoria.
No sabía lo que vendría después de la primera pastilla que una chica de fiesta me pasó en un beso que fue el principio del fin.
Me había pasado de copas muchísimas veces, sabiendo que al día siguiente tendría una resaca de mil demonios, y no fui consciente de que el demonio iba a entrar en mí se otra forma.
Me dejé embaucar por esos ojos verdes que nada malo me transmitían.
La música alta.
El alcohol recorriendo mi cuerpo.
Y desde ese momento, también otro tipo de droga.
No supe que es lo que estaba tragando, simplemente tragué cuando su lengua dejó aquella pastilla encima de la mía.

Frenesí Where stories live. Discover now