Gruñendo forcejé contra mis ataduras, pero las vueltas de alambre estaban bien cerradas y lo único que logré fue arañarme toda la piel.

- Uso eso contra demonios así es que dudo que tú puedas hacer algo por soltarte.

- ¿Qué es lo que quieres?- rugí.

Ariel dio un largo parpadeo ladeando la cabeza y luego respondió.

- Me alegra mucho que estés tan dispuesta a negociar, pero lamentablemente llegar a un trato contigo no sería tan sencillo. Quedan tantos asuntos pendientes por resolver.

- ¡¿Qué asuntos pendientes?! ¡Aquí todo está muy claro! Traicionaste a Vicente, engañaste a Lucas y vas en contra de todas las leyes de tu condenado mundo; hasta lo que yo veo, tienes el agua al cuello.

- Primero quieres negociar y ahora me amenazas. Vamos Eliza, de qué lado estás tú.

- No es eso obvio.

Negó con la cabeza. - No, para nada, lo que yo entiendo es que hay dos caminos: uno, es el bien supremo- dijo con una mueca burlona-, dos- apuntó con los dedos hacía arriba-, el mal absoluto, y tú te has quedado en el medio, bueno, eso intentas.

- En el medio hay una gran gama de variedades.

- En el medio están los humanos y ustedes son desechables si así nos place.

- Nosotros podemos equivocarnos y aprender.

- Si es que de verdad logran comprender el significado de la vida, cuando lo hacen, ya es muy tarde.

- Eso no es cierto, existen muchas formas de cambiar lo que se ha hecho, siempre hay tiempo.

- Si mueres ya no te queda tiempo.

- Eso lo dice un hombre que compra almas.

- Por eso mismo.

- Todos tenemos derecho a redimirnos, tan solo basta con querer.

- Que hermoso sentimiento- dijo con tono sarcástico-, el día que vea un alma que fue a parar al infierno, ascender al cielo, lo marcaré en mi almanaque por ti.

- Es probable que tú nunca logres ver nada más allá de tu nariz.

- ¿Esperas que me ofenda?- soltó una carcajada-. No me da vergüenza ser lo que soy, es más, estoy muy orgulloso de haber llegado a este punto, tenerte aquí esta noche simplemente es una muestra de que tan lejos he llegado. Gracias por eso- sacudió el dedo índice mientras me apuntaba-. Estoy al amparo de la oscuridad- entonó con autoridad solemne-. Cada paso que he dado en mis más de quinientos años de existencia, cobrará un significado hoy. Voy a ser grande, más grande de lo que ningún otro haya sido antes, voy a volverme parte del mal absoluto-. Con el mismo dedo índice apunto hacia arriba otra vez-. ¿Ves eso?- me preguntó señalándome el circulo negro-, eso seré yo gracias a ti-. Hizo una pausa y dio otro paso para detenerse ante mis pies-. Dios no está aquí esta noche…yo sí.

Tenía la boca casi seca, igual logré juntar algo de saliva que le escupí a la cara. Ariel dio un paso atrás al tiempo que se limpiaba el rostro con la manga de su saco.

- Esas actitudes tuyas nos serán de suma utilidad en el futuro, espero que nos las pierdas por el camino, pero como por ahora todavía eres humana- se abalanzó sobre mí con el puño derecho cerrado, el golpe fue directo al dorso de mi mano izquierda. La palma de mi mano quedó incrustada contra la placa de hierro que tenía más o menos el mismo ancho que mi dedo índice y anular juntos. El sonido de mis huesos al romperse hizo eco por todo el domo, también el grito de dolor que se escapó desde lo más profundo de mi ser. No fui capaz de controlar los aullidos, el dolor que me trepaba por el brazo hasta el hombro era insoportable. Poco a poco se me fueron entumeciendo todos los músculos de ese brazo. Di vuelta la cabeza y le eché un vistazo a mi mano, los dedos caían flácidos por los costados del apoyabrazos de hierro, parecía un guante relleno de arena que se desparrama sola. La mano seguía en su lugar gracias únicamente al alambre que aprisionaba mi muñeca contra la estructura. Me puse a llorar.

"Infierno y Paraíso". Tercer libro de la saga "Todos mis demonios".Where stories live. Discover now