Capítulo 10

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Trabajo.

Puse todo mi empeño en intentar darle al departamento, la apariencia de ser habitado por dos personas comunes y corrientes, eso demandó algo de trabajo. Ordené e hice algo de limpieza. Guardé y tiré, según correspondiera, restos de comida y paquetes y demás embaces de productos alimenticios que Lucas tenía la condenada costumbre de dejar por todas partes, después de arrasar con ellos; su apetito era voraz, en este último tiempo comía más que nunca, yo no sabía si adjudicárselo a un posible ataque de ansiedad por lo que sucedía conmigo, si era producto del aburrimiento por tener tan poco trabajo, o precisamente por eso, por el poco trabajo y quizá eso demandaba un consumo mayor de energía que no estaba obteniendo de otra parte (las almas). Bien, esas no son más que conjeturas, no tengo ni la menor idea de porqué devoraba en esa forma. Suerte para él que no corría el riesgo de engordar ni un solo gramo gracias a su condición imperturbable de demonio.

En fin, dos horas más tarde, el departamento daba toda la impresión de ser una vivienda común y corriente. Al terminar puse manos a la obra de intentar convenirme también a mí en algo normal, tarea que no resultó nada sencilla. Al verme al espejo del baño antes de entrar en la ducha me percaté de que tenía peor aspecto que de costumbre, mi conversación de Ana había marcado una profunda huella de un gris azulino debajo de mis ojos, y la mala noche de pesadillas y sueños extraños quedaron evidenciados en mi cabello, mi pelo era una maraña anudada y desprolija. Al intentar desenredarlo recordé que llevaba meses sin cortarme el pelo, últimamente dedicaba poco o ningún esfuerzo en cuidar de mi misma. Tomé un peine de dientes anchos y comencé a desenredarme los nudos que tenía detrás de la nuca. Por desgracia para mi cuero cabelludo, la paciencia se me acabó muy rápido; resumen, quedé con unos cuantos pelos menos.

Procurando ignorar la furia que se había desatado dentro de mí, por nada, me metí a la ducha. Me enjabonaba la cabeza, cuando oí sonar el teléfono; no tenía intención de salir corriendo a atenderlo, igual paré el oído para intentar escuchar el mensaje que se grabaría- y saldría en voz alta en simultáneo- en el contestador.

El agua hacía bastante ruido al caer, pero por suerte -y descuido- me había dejado la puerta del baño abierta.

- Eliza, soy Gaspar Salleses…

Al oírlo se me subió el corazón a la boca. Mis dedos se quedaron paralizados entre la maraña de pelo y espuma. Tenía los ojos cerrados para que no me entrara el jabón, sentía la espuma bajándome por la frente y el agua caliente corriéndome  el cuerpo sin embargo todo dentro de mí se había detenido en seco, incluso mi respiración, lo único que funcionaba, y a toda máquina, era mi cerebro.

- …tengo que hablar contigo. Quizá no quieras saber de mí, pero es importante que tengamos una conversación sería y sincera. Yo no estoy en el país, pero tengo pensado hacerte una visita. Por razones de seguridad, tuya y mía, no puedo dejarte un número en el que puedas encontrarme. Volveré a llamarte.

Abrí los ojos, manoteé la toalla y salí de la ducha. La espuma del champú me escoció en los ojos; no le hice caso, no tenía tiempo para atender ese malestar.

- No le comentes a nadie que te he llamado, a absolutamente nadie; y borra el mensaje tan pronto hayas acabado de oírlo.

Resbalando sobre el piso de cerámicos a causa de mis pies mojados llegué al teléfono justo cuando Gaspar se despedía.

- ¡Hola! ¡Hola! ¿Gaspar?

No obtuve más respuesta que el tono del teléfono.

- ¡Mierda!- Gruñí furiosa por mi torpeza. Debí haber salido de la ducha en cuanto oí la campanilla. De muy mal modo y como si el teléfono tuviese la culpa de mi estupidez, estrellé el aparato sobre su base y apreté el botón de play para escuchar el mensaje otra vez.

"Infierno y Paraíso". Tercer libro de la saga "Todos mis demonios".Where stories live. Discover now