Capítulo 28.

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La voz del mal.

Me descolocó percibir algo blando debajo de mi cuerpo, y más todavía, moverme para notar el rose de un suave tejido sobre mis piernas y brazos.

El dolor del cabeza era el por que hubiese tenido jamás. Me zumbaban los oídos. Tenía las tripas revueltas, el aire olía pésimamente mal. Una mala señal- pensé sin poder reaccionar como debiera, esto es, levantándome, poniéndome en guardia. Bien, en realidad de mucho serviría estar alerta, qué defensa tenía yo contra ese olor, amenacé a Vicente pero eso fue lo más ridículo que haya hecho jamás.

Amenacé a Vicente-. La frase reverberó en mi cerebro. ¿Qué pasó después, dónde estoy ahora?

Abrí los ojos y no vi más que oscuridad. En un primer instante me asusté. Me costó comprender que la oscuridad era normal, era de noche.

Mis ojos se acostumbraron a la penumbra.

Lo suave sobre mis piernas eran sabanas con un agradable olor a limpio, lo mullido, un colchón y muchas almohadas que mantenían mi cabeza en alto.

Me encontraba en un cuarto relativamente amplio cuyas paredes eran casi todo ventanales de piso a techo. No había demasiados muebles aquí, todo era muy despojado y moderno. Los únicos detalles de importancia eran un gran cuadro a mi derecha, unas piezas de arte africano o algo así, en la pared del fondo. El lugar me resultó vagamente familiar, no por haberlo visto antes, sino por el aire que irradiaba.

Cerré los ojos. Gaspar- dije-, estoy en casa de Gaspar.

Volví a abrir los ojos y allí estaba ella, parada a los pies de la cama. Alta, esbelta, perfecta como todos, dedicándome una mirada por completo carente de expresión.

Su cabello negro, ondulado, extremadamente largo -azabache líquido cayéndole por los hombros-, hubiese hecho las delicias de cualquier peluquero. Incluso con tan poca luz, se notaba que su piel era exquisitamente blanca, de porcelana, con rasgos claros y definidos, muy femeninos y unos ojos de un azul oscuro, el color del cielo nocturno. Así, tan quiera y erguida, parecía una muñeca.

Sus ojos me siguieron cuando trepé por las almohadas, solo entonces dio señales de estar viva…mejor dicho, de no ser ni una muñeca, ni una escultura.

Debía saludarla y luego preguntarle por Vicente, o era preferible que fuese directo al grano y que le dijese que ya sabía que estaba en casa de su familia y que intuía que Vicente no estaba siquiera cerca de aquí. Por otro lado tenía ganas de interrogarla sobre su participación en toda la historia, deseaba con toda el alma que me contase los secretos que Vicente me ocultaba, que me explicase cómo era él en realidad, que me relatase cada día de la existencia que habían pasado juntos para así poder llenarlos agujeros en la mía. Eran tantas las cosas que quería y necesitaba hacer en este momento que no lograba decidirme por dónde empezar. Al final terminé pensando sobre si ella sabía lo que sucedió antes de que me trajesen aquí, porque temía que luego de haber perdido la conciencia, Vicente me había traído directo para dejarme al cuidado de su padre.

"Infierno y Paraíso". Tercer libro de la saga "Todos mis demonios".Kde žijí příběhy. Začni objevovat