Capítulo 38.

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38. El demonio de la perversidad.

- ¡Ariel!

El portazo y el grito sonaron por detrás de mi espalda.

Por una fracción de segundo, Ariel pareció perdido. Todas las cabezas se volvieron hacia quien avanzaba en dirección al centro del Santuario.

- ¿Qué significa esto?

La pieza que faltaba acababa de llegar. Salvador fulminó a Ariel con la mirada.

- ¿Quién te dijo que podías llevarte a Max y desaparecer con Vicente?

Por la cara que puso me figuro que Ariel no se esperaba semejante reclamo. - Fuiste tú quien se retrasó.

- ¿No pensabas esperarme? Y a propósito- me apuntó con la mano en la que sostenía un cigarrillo-. ¿Planeabas ocultarme esto?

- ¡Claro que no!- lanzó Ariel dando un respingo con un fingiendo haber sido ofendido en lo más profundo de sus valores.

- Tus poderes no sirven conmigo, jamás has podido influenciarme y no lo lograrás ahora, he hecho tratos contigo porque me pareció que el acuerdo era justo, pero has roto todas las reglas.

- Puedes irte si quieres, no me importa, sabes donde está la puerta.

Salvador soltó una carcajada.

- ¿Con quién crees que hablas? Deberías tener un poco más de respeto.

- ¿Por quién, por alguien que lleva ocho siglos intentando conseguir en lugar en las “Las Doce Sillas”?- escupió mofándose-. ¡Tú no eres capaz de conseguir una cita con Ciro para discutir tu postulación para un lugar en el grupo y él logró convencerlo de que venga!-. Apuntó a Vicente-. ¡Ciro está en camino, su avión aterrizará en un par de horas! ¡¿Todavía quieres esperar?!

- Deberías ser perfectamente consciente de que no hubieses conseguido nada sin mí.

- Sí, eres un buen escudo, obviamente tienes muchos contactos, pero a la hora de tomar decisiones no sirves de nada. No me hagas reír, Salvador, tu vida no pasa de la de un parásito.

Obviamente Vicente y yo pasamos a ser simples espectadores. No fue el pensamiento más noble que he tenido en toda mi vida, pero deseé que se mataran entre ellos.

- Ariel, ya me cansé de ti. Soportarte durante estos últimos años ha supuesto un suplicio inimaginable-. Eres tú, cuya función no pasa de la de un mero títere. ¿Crees que la encontraste a ella de pura suerte?- me apuntó con sus fríos ojos-. Yo la puse en tu camino- exclamó-; necesitaba de un chivo expiatorio y tú has cumplido muy bien tu rol. ¡Max, Oscar, Miranda!

Max se envaró, los otros dos aludidos, un hombre de cabello castaño cortado en forma de casco, con hombros del tamaño de un ropero y más de dos metros de alto, y la mujer, una figura larga, musculosa y atlética de cabello color paja, se separaron del grupo para avanzar hacia el centro de la sala. El resto de los demonios también dieron un paso al frente. La verdad es que no entendía muy bien qué significaba todo esto.

- Sergio, por tu bien te sugiero que te unas a nosotros, eres fuerte sí, y probablemente nos daría mucho trabajo deshacernos de ti, aunque igualmente lo lograríamos. Piénsalo, Ariel tenía planeado borrarte del mundo en cuanto dejases de serle de utilidad. Todos los que están aquí dentro, y los que están afuera, acatan únicamente mis órdenes. Ariel ya no es nadie, es más, le diré a Ciro que fue mi decisión eliminarlo… “era un riesgo para la causa”- entonó poniendo cara de santo.

Sergio no lo meditó demasiado, dio un paso atrás dejando a Ariel por su cuenta y riesgo.

- Eres inteligente- entonó Salvador dedicándole una reverencia con la cabeza-. Ariel, me imagino que le has sacado a Vicente todas las ganas de defenderte que pudiesen quedarte.

"Infierno y Paraíso". Tercer libro de la saga "Todos mis demonios".Where stories live. Discover now