Capítulo 2

2.4K 106 24
                                    

Lee mi mente.

- Buenas noches; bienvenidos- exclamó Lucas en cuanto mis padres atravesaron la puerta del departamento, a un paso por delante de mí. Supongo que hasta último momento -no sé porqué- dudó que mis padres realmente viniesen a casa a comer; para él esto era realmente muy importante, yo ya me había percatado de que constantemente, buscaba que ellos lo aceptaran, buscaba su aprobación, sin duda necesitaba sentirse parte de mi familia, pero no se daba cuenta de que ya lo era.

Su cara se alegró hasta lo imposible, incluso todavía más de lo que ya estaba desde hace cuarenta minutos atrás, momento en que aquella sonrisa de triunfo se plantara en su rostro luego de lo sucedido en mi habitación; apostaría cualquier cosa a que él tiene la sensación de haber logrado un gran triunfo y en parte es cierto, me ha demostrado a mí que quizá no quedé tan insensibilizada como creía. Eso en realidad no cambia demasiado las cosas, si vuelvo a sentir algo, es probable que no sea por él, razón por la cual, preferiría que no estuviese sonriendo; me amarga pensar en lo que pueda suceder a partir de ahora, espero que lo que pasó no le dé demasiados ánimos, no se me apetece pasar por una situación en la que me vea obligada a rechazarlo, no quiero perder su compañía, y mucho menos su amistad. ¡Por que tiene que sentir eso por mí! ¡Mierda!

Por estar demasiado metida en mis propios pensamientos, reaccioné cerrando la puerta con un golpe, lo cual atrajo en mi dirección, las miradas de las tres personas con las que compartía los pocos metros cuadrados de mi departamento, por suerte, rápidamente perdieron el interés en mí.

Con mi madre intercambió abrazos y besos, parecía que ella, sin problemas, lo había adoptado como hijo; se llevaba mejor todavía, con él, que con Vicente, su relación era distinta, a Vicente le profesaba una especie de admiración basada en una imagen que ella veneraba como perfecta y absoluta, en cambio con Lucas era algo muy distinto, más real y humano talvez, mi madre se había encariñado con él hasta lo inimaginable, pero no ciegamente, sino aceptándolo con todo lo bueno y lo malo que ella encontraba en él. Mi madre no se reprimía de ningún modo tanto a la hora de elogiarlo, como a la hora de reprenderlo, y mucho menos al momento de demostrarle cariño, cosa que sucedía con tanta frecuencia que yo ya comenzaba a creer que él había obrado un verdadero milagro con mi madre (ella jamás fue de hacer grandes demostraciones de afecto, e incluso ahora, ¡oh, milagro! las tenía para conmigo -no tan seguido que como para con él-, pero igual cuenta).

El saludo con mi papá no fue tan efusivo, pero aún así se desprendió de aquel apretón de manos, un floreciente compañerismo del que a mí me agradaba ser testigo.

- Que bien que huele eso- comentó mi madre pasándole a Lucas su bolso para que lo colgara del perchero antiguo que Lucas había rescatado de una feria de pulgas dos semanas atrás, y que mi padre se había encargado (bueno, los dos habían trabajado su restauración, tuvo a Lucas de algo así como aprendiz de carpintero por unos cuantos días, en su casa) de reacondicionar, y que ahora ocupaba un lugar privilegiado, en nuestro living.

- Gracias- contestó Lucas. Me dio la impresión de que ser ruborizaba ligeramente-. La cena está casi lista.

"Infierno y Paraíso". Tercer libro de la saga "Todos mis demonios".Where stories live. Discover now