Capítulo 16

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16. Trasgresión.

La lancha se detuvo, no así las dos motos, ambas siguieron su camino hasta nosotros para finalmente detenerse una a cada lado de la lancha, a unos dos metros de distancia.

- No pueden estar aquí- le dijo uno de los hombres a Sergio-, es propiedad privada. Retírense por favor.

- Necesito hablar con Ariel- comencé a decir asomándome por delante de Sergio para hablarle al que se había dirigido a él, desde la moto a su izquierda.

- Señorita, ni usted ni el caballero tienen derecho a pasar por aquí- fue su respuesta a mi pedido-. ¡Lárguense!- tanto el hombre que hablaba, como el que iba por delante de él, como supongo, también los otros dos que estaban en la otra moto hicieron el amago de sacar armas o algo de los bolsillos de las chaquetas negras que llevaban puestas. ¡¿Cómo si las necesitasen?! No por eso pude evitar ponerme todavía más nerviosa; por el rabillo del ojo detecté que también había algo de movimientos sobre la lancha.

- ¡Oiga, oiga!- exclamó Sergio ofuscándose todavía más. No dio señales de tenerles miedo-. El río no tiene dueño, tenemos todo el derecho del mundo de pasar por aquí- dijo sacudiendo una mano, que recorrió en su movimiento, el curso del río-. ¿Quién demonios se creen que son? No tiene derecho a tratarnos así.

Tironeé de la manga de la camisa de Sergio para apartarlo de mi camino y por sobretodo, apartarlo del tiro de quién conducía la moto que estaba a nuestra izquierda, el individuo completamente vestido de negro, nos miraba torcido, detecté cierta sed en sus ojos, como si tuviese ganas de arrancarnos a ambos, nuestras cabezas de cuajo. - Tranquilízate por favor, y déjame hablar- dije apartándolo del medio cosa que no resultó nada fácil, él insistía en quedarse frente a mí, a modo de muro protector -o quizá simplemente estuviese defendiendo su propia hombría, cosa que podía considerarse terriblemente estúpida en esta situación-. Al final o yo gané, o el cedió, no lo sé, pero el asunto es que me dejó el campo libre para actuar.  Me puse firme y los enfrenté.

- Escuchen, sé que Ariel vive en esa casa- apunté hacia delante y al costado con la cabeza-, yo lo conozco… es decir, conozco a su hijo- me corregí-; he estado aquí antes- le expliqué esperando que eso los tranquilizara, no era simplemente cualquier humana que quiere meterse -por una inexplicable y loca razón- con un demonio de alta jerarquía que se daba el lujo de tener a una decena, o tal vez fuesen más, de demonios para proteger su propiedad, e incluso a si mismo, de qué, no sé.

Los dos hombres cruzaron una mirada con algo de sorpresa, me juego lo que sea que eran demonios y que sabían perfectamente que yo era una simple humana.

- Mi nombre es Eliza Pérsico- no hubo ninguna reacción ante mi nombre, y eso resultó un alivio, no me interesaba en lo más mínimo que todo el mundo demoníaco supiese de mi existencia, ya tenía suficiente con los demonios que intuía, no me perdían pisada, como para que encima mi nombre fuese sinónimo de cotilleo en su sociedad-; seguro que si le informan que yo estoy aquí…

- ¿Tiene usted una cita?- soltó de mal modo interrumpiéndome.

- Sí la tuviese ustedes no estarían rodeándonos ahora con esta actitud de matones, ¿no le parece?-. Quizá me fui un poquito de lengua- pensé ni bien terminé de pronunciar aquellas palabras. Sergio soltó un siseo muy agudo, apenas audible; bueno, no para los demonios, ellos tenían un oído superior al de la media normal humana-. ¿Ariel está en casa?- pregunté bajando el tono (procurando no sonar sumisa, ni serlo), así no iba a conseguir nada y me daba la sensación de que la cosa se ponía cada vez más tensa-. Nada más dígale que necesito hablar con él, si es posible, ahora mismo. No he venido para causar ningún problema-. El problema ya existía de antes-. Por favor, infórmele que estoy aquí, que quiero hablar de Vicente con él.

"Infierno y Paraíso". Tercer libro de la saga "Todos mis demonios".Where stories live. Discover now