Los asustados ojos de Ariel fueron directo a los de Vicente.

- Oscar, Miranda, aparten a Vicente de en medio.

Todavía no terminaba de apartar a Vicente cuando una monstruosidad de fuego tomó cuenta del cuerpo de Ariel. Max se había pegado a su cuerpo, lo tenía sujeto con ambos brazos y una de sus piernas. Ariel hizo el intento de solarse, pero en vez de gastar energías en lo imposible, las consumió soltando alaridos que me helaron la sangre.

El calor era tal que se veía en el aire mucho más allá de las llamas, para mí fue como estar delante de un gigantesco horno de leña calentado a más de trescientos grados.

Ariel gritaba y gritaba. Max lo soltó, y al hacerlo arrastró consigo parte de las ropas de Ariel, las cuales se desprendían de su cuerpo a pedazos, quedé horrorizada cuando me di cuenta de que además de tela, caían al suelo trozos de carne derretida. De haber tenido algo en el estómago, lo hubiese vomitado.

La bola de fuego y calor se ensanchó todavía más. Empecé a sudar, creí que yo también me derretiría. Mis pantalones me quemaban las piernas, los dedos de las manos me ardían. Antes de cerrar los ojos para evitar que se me quemasen, se me grabó en las retinas la imagen de Ariel convertido en demonio; sus alas empezaban a chamuscarse. El olor a azufre era insoportable.

La temperatura subió y subió hasta que se oyó un chillido como el de una olla a presión. Seguido a eso se sintió como si algo gigante absorbiese todo el aire de la sala. Esa presión que amenazó con devorarnos a todos y que incluso llegó a levantarme de la silla reavivando el dolor de la muñeca rota y por consiguiente el de la quemadura de mi brazo, duró un par de segundos interminable en que todo quedó en silencio y oscuro.

Estallido.

El estruendo fue feroz y su fuerza me aplastó contra la silla empujando el aire fuera de mis pulmones y a mi estómago contra mi columna.

Me calló encima una fina lluvia de ceniza en partículas diminutas.

Abrí los ojos. Las luces parpadeaban, Ariel ya no existía más.

- Estaba ansioso por ver esto. Ha sido genial- exclamó Salvador-. No podría estar más complacido, y eso que todavía falta lo mejor-. Nos miró a Vicente y a mí-. Ahora ustedes dos son míos.

Sin que se verbalizase ninguna orden, Max trajo otra vez a Vicente hacia el centro del espacio. Sus pisadas dejaron huellas en la ceniza de Ariel.

- Eliza, te parece que soy perverso, ¿no es así?

No le contesté.

- Espera a ver lo que está por venir, es probable que solo así te convenzas de arrepentirte de haber nacido.

Salvador alzó su brazo e inmediatamente después, la puerta que estaba por detrás de nosotros se abrió.

- Denle la bienvenida al tercio que completa el triángulo amoroso.

Trajeron a Lucas atado y amordazado. Por todos lados tenía marcas de golpes: restos de sangre, costras, moretones. Entró arrastrando los pies con la mirada perdida, no parecía entender muy bien dónde se encontraba ni lo que sucedía, es más, no estoy muy segura de que me haya visto o reconocido, siquiera cuando lo colocaron frente a mí a unos dos metros distancia; parecía completamente ido.

- Espero que no enloquezcas con esto- me dijo Salvador aproximándose a la silla-, quiero que seas plenamente conciente de cada cosa que suceda aquí, ya que todo esto, no es más que tu culpa-. Reculó rápidamente y así como se dio vuelta sacó un cuchillo de la cintura de sus pantalones y apuñaló al Lucas en el abdomen, éste soltó un grito por entre la mordaza. Los que sostenían a Lucas lo dejaron caer luego de que Salvador tirase del cuchillo hacia fuera permitiendo así a la sangre, brotar libremente.

"Infierno y Paraíso". Tercer libro de la saga "Todos mis demonios".Where stories live. Discover now