Di media vuelta dejando atrás la habitación a oscuras y enfilé en dirección a la puerta, mi madre y mi padre me esperaban allí con el equipaje ya en sus manos.

- Vamos, se nos va a hacer tarde- miró el reloj que llevaba en su muñeca izquierda y luego siseó: - El avión no va a esperarte-.

- Todavía vamos con tiempo-. Dijo mi padre con clara intención de hacer que se calmara.

Mi madre no le hizo el menor caso. - Cerraste la llave de gas- me preguntó.

- Ya la cerré yo- le contestó mi papá-. Además podemos venir mañana por la mañana a asegurarnos de que todo haya quedado en orden.

Ellos iban a quedarse a cargo de mi departamento, es decir, venir a abrir las ventanas de vez en cuando, regar la única planta que de estar ubicada en la pared opuesta a la del sillón del living ahora se hallaba sobre la mesada de la cocina junto a la ventana para que le diese algo de luz, y pagar las cuentas de los servicios cuando llegaran.

Además de eso, no había mucho más que tuviesen que hacer por mí en mi ausencia, mi padre se iba a quedar con mi camioneta para usarla cuando le viniese en gana después de que me dejara en el aeropuerto, de modo que eso era todo, podía levantar campamento y largarme al otro lado del mundo para pelear por recuperar lo único que necesitaba: él.

Salimos todos al pasillo. Cerré la puerta e inconscientemente me la quedé mirando. Sólo Dios sabe cómo sería todo cuando atravesara otra vez esa puerta. Inspiré hondo, apreté las llaves dentro de mi puño y di la vuelta, mi madre ya me esperaba dentro del ascensor. Me urgió a que me diese prisa con una mirada.

En silencio le entregué las llaves a mi padre.

El viaje de camino al aeropuerto fue sumamente silencioso de mi parte, mi cerebro no parecía dispuesto a detenerse, la mayor parte del tiempo no hacía otra cosa que pensar en él, pero también le di vueltas a los sucesos de los últimos días y a toda esa enredada y misteriosa locura que había sido el marco de mi relación con Vicente.

Mientras yo pensaba, mi madre leía en voz alta una guía de turismo sobre Francia que no se cuándo tuvo el tiempo de comprar. Iba a entregármela para que me la llevase, pero antes, estaba dispuesta a leerla de cabo a rabo para mi padre y para mí, agregando los comentarios que creía pertinentes. Cuando se aburrió empezó a hablarme de lo maravilloso que sería París para mí; con un conocimiento de causa no mayor que el que puede tener cualquier ser humano normal que conoce de país galo en general a través de la televisión, por documentales, películas o por un libro, o incluso por lo que pueda haberle comentado alguien que sí tuvo la oportunidad de viajar hasta allí.

El trayecto en auto se me hizo eterno,  o íbamos demasiado lento o el aeropuerto quedaba más lejos de lo que recordaba; quizá tendría que haber manejado yo; comenzaba a preguntarme si algún día llegaríamos o si nos quedaríamos en eterno viaje, como en una suerte de limbo, igual que Alicia empezaba a dudar si algún día llegaría al fondo del túnel en su descenso por la madriguera.

Por su puesto, llegamos.

Con mis valijas montadas ya sobre un carrito, fuimos hasta el mostrador de la aerolínea, en mi vida había viajado en primera clase y fue una agradable sorpresa saber que no tenía que esperar para embarcar igual que los demás mortales. La mujer que me atendió en el mostrador me indicó que fuese a registrar mis valijas con un muchacho que estaba a un par de metros de nosotros; allí embarcaban los de primera clase, no había colas, ni espera. Tomarían mis valijas y me enviarían directamente a la sala de preembarque VIP. Estúpido, pero me dio vergüenza apartarme de la fila para ir al otro mostrador.

Tardé más en despedirme de mis padres que en despachar mi equipaje. Tenía un nudo en la garganta que se tensó todavía más cuando finalmente me separé de ellos; en cuanto hablase con Gaspar le pediría que cuidase de mis padres durante mi ausencia. Por última vez miré atrás, aunque dicen que es mala suerte hacerlo, pero yo tenía tantos miedos acerca de lo que pudiese pasar, que deseaba grabarme una última imagen de ellos para poder recordarlos, si es que más allá de la muerte se pueden tener recuerdos.

"Infierno y Paraíso". Tercer libro de la saga "Todos mis demonios".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora