Capítulo 6 - Heridas

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Amelia (punto de vista)


—¿Puedes dejar de juzgarme Amelia?

—¿¡Cómo quieres que...!? —Me puso su dedo índice en la boca.

—Cállate. —Susurró. —Recuerda que a unos pasos de esta habitación se encuentra la de una Emma durmiente.

—Me vale, eres un estúpido. —Dije lo último en español, por lo que él alzó una ceja y me preguntó:

—¿Qué dijiste Amelia? —Puse el algodón en su ceja y él hizo una mueca.


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Estábamos paralizados, cuando volví a la realidad, tragué para quitarme esa sensación del nudo en la garganta, bajé un poco lampara que tenía en mano, y en un susurro hablé.

—Adam ¿Qué haces? ¿y de quien es esa sangre? —Dije señalándole. Él se levantó con el jarrón en mano, lo colocó encima del estante y me miró.

—Es mía. ¿Qué haces despierta?

—A ver... ¿Cómo te explico que dormía plácidamente después de días y de repente un sonido me alarmó por lo que salí a investigar para saber si era un desconocido con intenciones maliciosas? —Dije con una voz de ingerida total.

—Ya lo pillé. —Salí de mi cuarto por completo, me acerqué al interruptor y encendí la luz del pasillo, y ahí pude verle, un Adam todo destrozado, tenía moretones recientes y heridas sangrantes.

—¿Qué te ha pasado? —Dije sin disimular mi obvia cara de asombro.

—¿Esa es tu arma? —Apuntó mi lampara.

—¿Siempre evades las preguntas?

—Tou...

—¡No! —Interrumpí. —Nada de touché, ni una mier...

—No. —Me interrumpió. —Nada de groserías.

—Deja tus bromas, vamos a curarte, y de paso, te explicas. ¡Ah! Por cierto, si alguien debe de usar esa palabra, seria yo, no tú. Porque yo te "vencí".

—No debo explicar nada. —Dijo. —Y lo sé, pero aun así la utilizo, para dar gracia al asunto, así que touché, nuevamente.

—Primero, lo harás, o me veré obligada a delatar tus horas de llegada. Segundo, cállate.

—Bien. —Dijo, puse mis ojos en blanco, por su gran estupidez.

—Buscaré el botiquín. —Me acerqué a la puerta del baño, pero no llegué, Adam me tomó de la muñeca, lo miré expectante, y él habló:

—En mi cuarto tengo uno, mis padres no saben, así no se darán cuenta de que usé un botiquín, vamos. —Me haló hasta su cuarto. ¿no podía curarse él? Al parecer: No.


Entramos a su cuarto, el encendió las luces, mientras, yo dejé mi fantástica arma, bueno no, mi lampara en su mesita. Él fue, a lo que supongo que era su baño, y salió de ese poco después con una caja en mano, el botiquín.


—A ver, ¿sabes de esto? —Preguntó.

—No.

—Okey... —Puso una cara confusa de descifrar.

—Déjame eso a mí, aprenderé, solo debo pasarte alcohol por las heridas, y ponerte curitas.

Un Juego Sucio (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora