Capítulo 39

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El toro y sus compañeros entraron a la celda del Chucky, quien como era de suponerse, se asustó.

-Fijense que nadie nos vea.- Dijo el toro a los chicos que le acompañaban, y estos se pararon uno en cada esquina para avisar si un policía estaba cerca.

-¿Qui.. Quiénes... Son ustedes?.- Preguntó con temor el hombre.

-Tranquilo Chucky, venimos a darte la bienvenida. Nosotros solamente queremos ser tus amigos, además, te tenemos un pequeño regalo de parte de alguien que está haya afuera.

El toro se sentó en la cama junto al Chucky y le puso el brazo en el hombro.

-¿Ah si? ¿Y quien?.

-Pues una abuela llamada Evangelina. Nos mando a darte un regalito, dice que hay le saludes a su esposo.- Con mano rápida, el toro le clavó una navaja en el estómago al Chucky.

-Aghh... No...- El hombre comenzó a vomitar sangre, mientras el toro lo apuñalaba una y otra vez.

La vida del Chucky se apagó mientras caía en la cama, con los ojos bien abiertos y aun vomitando sangre.

-Aquí no ha pasado nada, vámonos chicos.- El toro limpió su navaja y el junto a sus amigos, huyeron del lugar.

El Chucky había tenido su final, y de alguna manera había pagado el ser cómplice de una malvada mujer.
Quedó ahí tendido sin vida y traicionado por quien creyó que lo amaba, su doña.

Mientras tanto...

Doña Evangelina llegaba a su mansión, lista para iniciar su viaje y su nueva vida lejos de ahí.

Al llegar a su casa, vio que le habían entregado el automóvil que había pedido.

-¡Que maravilla! Trajeron el auto en el que Pepito se va a ir al infierno. Estoy seguro que este maldito lo va a usar y boom, se va hacer mierda.- Sonrió la mujer.- Que bueno que ordené que le cortaran los frenos.

La mujer dio un ultimo vistazo y entró a su casa.
Ya había hecho su maleta y estaba lista para irse, ya no le importaba nada, y ahora que tenía en su poder la fortuna de Pepe, ya no tenia nada a que quedarse. Así que terminó de empacar, revisó su pasaporte, sus tarjetas y el efectivo.

-Listo, ya tengo todo. Ahora si, pueden irse todos al infierno, malditos desgraciados. Me salí con la mía y nadie pudo detenerme.

De pronto, la puerta de la mansión sonó.
Alguien había llegado, y estaba desesperado porque le abrieran.

-¿Quien demonios viene a fastidiar?.- Cuestionó la viuda, así que bajó a toda prisa con sus maletas y abrió la puerta.
Se encontró con un hombre bien vestido.- ¿Que desea?.

-Buenas tardes ¿Usted es doña Evangelina viuda de Saavedra y Marquéz?.- Preguntó el hombre.

-¿Para que me quiere?.

-Traigo una orden de aprensión en su contra por múltiples homicidios, robo, extorsión, manipulación de la ley, chantaje, secuestro y otros delitos. Así que haga el favor de acompañarme por favor.- Ordenó el hombre.

-Esto es un error ¡¿Como se atreve a acusarme, a mi?! Soy una mujer respetable y de sociedad, jamás haría algo así. - Se excusó la mujer.

-Eso tendrá que demostrarlo ante un juez, por el momento, me han enviado a mi para llevarla a la justicia. Si usted es inocente, no veo porque resistirse a acompañarme.

-¿Y solamente lo enviaron a usted?.- Preguntó la mujer.

-Si, he decidido ser yo quien la lleve en la patrulla, así que por favor, acompañeme.

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