Capitulo 31

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—¿Evangelina?.

—Padre, que milagro, que sorpresa que me llama.

—Si... Yo necesito hablar contigo urgentemente.

—Ay padre, no me diga que el cheque que le envíe para la caridad, ¿rebotó?.

—No hija, nada de eso. Es sobre otro asunto que... Es muy delicado para hablar por teléfono.

—Ay padre, me está asustando. Me hace creer que es algo grave.

—Si... Algo así, pero mejor ven, te esperaré aquí. Ya sabes que la iglesia no la cierro hasta entrada la noche.

—Claro padre, nada más desayuno y termino de rezar unas novenas a santa Maria nuestra señora, y ahí estaré con usted. Hasta luego.

—Gracias hija.

Doña Evangelina colgó el teléfono y comenzó a pensar en lo que el sacerdote le había dicho.

—¿De que demonios querrá hablar conmigo ese anciano? Espero que al menos no me haga perder mi tiempo. En la tarde tengo que visitar a nuestro querido amigo, el licenciado Rodriguez.

—Tia, ya llegó la gente del servicio que mandaste a contratar. — Martina irrumpió en la cocina, asustando a su tía.

—Ay idiota, me asustas. No vuelvas a entrar cómo caballo desbocado y ahora, diles a esos gatos que pasen.

Martina obedeció e hizo pasar a los cuatro nuevos sirvientes que estarían atendiendo la mansión las 24 horas.

A penas entrar, la viuda los vio de pies a cabeza con cierto aire de desprecio.

—Dos sirvientas, un mayordomo y... ¿Un?.

—Jardinero.— Respondió el chico guapo y musculoso que se encontraba entre los empleados.

—Pues no sé para que queremos un jardinero, no sirven de mucho realmente. — Respondió la viuda.

—Ay tía, deja que se quede. Además, está guapísimo. — Espetó la chica.

—¡Niña! Esos no son modales de una señorita.— El jardinero se sonrojó, pero rió ante el comentario de Martina.

—Bueno, pero debe quedarse. Además, las rosas de enfrente ya se están marchitando y pues, la casa se ve fea así. — Excusó Martina.

—Está bien, que se quede. En fin, les voy a asignar sus tareas. Las sirvientas deberán limpiar la casa de arriba a abajo, y por supuesto, tendrán que hacer la comida, así cómo cualquier otra cosa que se les pida. El mayordomo por su parte, tendrá que encargarse de que el refrigerador nunca esté vacío, así también como encargarse de limpiar la sala principal y dar algunas ordenes a las sirvientas. En cuánto a ti.— La viuda se dirigió al jardinero.— En el patio hay un cuarto con utensilios de jardinería ¿Supongo que sabes lo que tienes que hacer?.

—Si señora, no se preocupe. Le aseguro que no tendrá queja de mi trabajo.— Respondió el chico.

—Eso espero, porque al primer error, los mando a la calle. Y esto va para cualquiera de ustedes. Un solo error, y estarán despedidos. También les advierto que todo está contado e inventariado. Yo me voy a dar cuenta si algo falta, así que no intenten robar nada, porque la van a pasar muy mal. Yo tengo que salir ahora, pero confío en que mi sobrina los supervisará.—
Martina le sonrió al jardinero, pero su tía le dio un pellizco.

—¡Auch, tía!. — Se quejó la sobrina.

—No quiero que estés de zorra con el jardinero muerto de hambre ¿Me oíste?. — Amenazó la viuda.

DELÍRIUMWhere stories live. Discover now