Las emociones de la guerra

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El sonido de los pájaros piar sacó a Nathair de su somnolencia

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El sonido de los pájaros piar sacó a Nathair de su somnolencia. Había tenido un sueño precioso donde Melione le entregaba la cabeza del rey Crogall en una bandeja y ella le sacaba los ojos con un tenedor para luego vaciar la cabeza y convertir su cráneo en una copa para el vino. Abrió sus ojos verdes que estaban tocados por sus rubias pestañas y miró el mugroso techo de la posada donde había pasado la noche.

Le había costado horrores dormir en aquel colchón que se hundía bajo su peso, rodeada de las sábanas más ásperas que su piel había ni siquiera rozado en toda su larga vida. El único consuelo que tenía aquella situación era que al girarse de medio lado sobre su brazo derecho estaba Melione tumbada a su lado.

La joven hembra seguía durmiendo profundamente, su pecho subía y bajaba en un ritmo monótono y sus cabellos estaban desperdigados por la almohada. La única almohada que tenían, que era igual de ancha que el colchón, y había sido una tortura para ella que estaba acostumbrada a dormir con dos almohadas a la vez. Notaba su cuello adormecido debido a que su magia estaba trabajando para evitar las futuras molestias cervicales.

Se recostó sobre la cama apoyando su mano en su cuello y observó con profunda adoración a Melione.

Enroscó con uno de sus dedos libres uno de sus mechones castaños, la suavidad de su pelo ya tan conocida para ella la saludó y sonrió a la nada. Le besó de forma cuidadosa la mejilla y se recostó a su lado acariciando la tela de su camisa.

Su amada había tenido frío por la noche y se había dejado su camisa puesta. No como ella que dormía sin nada de ropa, debido a que era lo ideal para su temperatura corporal. Siempre le había agradado el clima de las montañas en otoño y primavera dado que era la temperatura idónea para su especie. En invierno hacía demasiado frío y en verano no lo suficiente. Por eso sus antepasados habían edificado otra fortaleza en la falda de la montaña más alta de su reino, para pasar los días cuando la temperatura era perfecta.

Melione se revolvió, pero no abrió los ojos y enseguida volvió a caer en un sueño profundo. Nathair sonrió con dulzura y se quedó embobada mirando el rostro de su pareja. Como si fuera lo más hermoso que habían visto sus ojos, y era cierto. Aunque había visto muchos inmortales y humanos hermosos a lo largo de sus años ninguno tenía la belleza salvaje de su amada. Como si su corazón latiera desde la misma profundidad del bosque y sus mejores amigos hubieran sido los elementos.

Observó su anillo dorado con la piedra roja de su juramento de sangre y observó detenidamente el remolino de magia que se formaba dentro del cristal. Se lo quitó delicadamente y lo giró sobre sus yemas para observar la frase que estaba grabada en su interior. Te odio, era la frase que había pensado Melione para su anillo y era perfecta. Porque el odio y el amor iban de la mano. Ella podía amarla, pero cuando el amor se acabase la odiaría y ese sentimiento jamás se borraría, y eso era lo que las uniría eternamente. No el amor, sino el rencor y el odio.

En el anillo gemelo de su pareja había otras palabras grabadas, alma gemela, era lo que rezaba en el interior. Porque eso era lo que la joven era para ella, su jodida alma gemela. Jamás había pensado que la encontraría, pero allí estaba durmiendo a su lado.

Trono de escamas y almas perdidas [Legado Inmortal 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora