El baile sin fin en la muerte

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El brillo hipnotizador que iluminaba todas las paredes de aquella tétrica habitación ponía los vellos de punta a Melione, que observaba la piedra de esmeralda con mucha intriga

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El brillo hipnotizador que iluminaba todas las paredes de aquella tétrica habitación ponía los vellos de punta a Melione, que observaba la piedra de esmeralda con mucha intriga. Y su cabeza no dejaba de hacer preguntas que danzaban dentro de ella con ferviente curiosidad.

¿Por qué la esmeralda? ¿Por qué se había dotado a los inmortales con magia? ¿Porque ella tenía sangre de inmortal en sus venas? Eran preguntas que sabía que nunca obtendrían respuesta, pero aun así no dejaban de aparecer en su psique una y otra vez.

Cerró los ojos intentando conectar con la piedra elemental y seguramente milenaria que tenía enfrente. A ver si de esta manera podría dominar mejor sus dones mágicos y usarlos en su beneficio.

Una punzada eléctrica atravesó su columna vertebral y notó un cosquilleo en la punta de sus dedos y al abrir de nuevo sus ojos vio una luz centelleante entre sus yemas, como si estuviera cargada por un rayo.

Alzó la mano hacía la esmeralda y la electricidad saltó de su mano hasta su creadora. Aunque ella se sentía con energías renovadas y con la sensación de que estaba cargada por dentro, como si tuviera el poder de la tormenta dentro de sí misma.

Pensó en que debía de hacerse aún más fuerte si quería poder llevar su plan a buen puerto, que era derrocar a Nathair del trono. Tal vez no la matase, dado que sus sentimientos por ella seguían luchando dentro de su interior, pero estaba claro que debía de hacer algo contra su tiranía.

Después de la conmoción inicial de estar en las tierras de los inmortales, de encontrarse cara a cara con las serpientes que guardaban y trabajaban en el castillo, y aceptar que a lo mejor no eran tan malvadas, ruines y maquiavélicas como ella se pensaba, había comenzado a observar, y las injusticias no eran algo que le gustase ver.

El pueblo de Emyerald se moría de hambre y estaba lleno de seres queridos que jamás habían llegado a sus casas después de un día de trabajo. Lo había visto con sus propios ojos innumerables veces, pero la que recordaba con mayor claridad debido  que se había grabado en su memoria era como la reina le había partido el cuello a uno de sus súbditos por guardar un mendrugo de pan de su cena.

El inmortal, que parecía un macho joven había implorado por su vida, pero la reina que nunca se había mostrado compasiva en los meses que llevaba en el castillo lo había matado sin ningún ápice de culpa. El cuerpo del sirviente había sido retirado con otro que lo miraba con un profundo pesar y ella había jurado que se parecían en algo, aunque para ella todos se parecían entre si, pero ellos dos eran más idénticos entre sí que con los demás. Había jurado que eran familia, e incluso padre e hijo.

Por lo que estaba claro las razones del grupo infiltrado en el castillo que quería terminar con la vida de Nathair y los años que debía de haber estado en el poder. Entendía la causa, ella había sido la primera en alzar su daga contra el cuello de la hembra rubia y cuando había visto algunos de los horrores que se practicaban en su corte, pero todo era antes de haber compartido lecho con ella y haberla besado tantas veces.

Trono de escamas y almas perdidas [Legado Inmortal 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora