El fruto de la muerte

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 Melione había desayunado con la reina aquella mañana, esperando que en cada mordisco que le daba a la comida alguno acabara con la vida de la inmortal, pero no había tenido suerte

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 Melione había desayunado con la reina aquella mañana, esperando que en cada mordisco que le daba a la comida alguno acabara con la vida de la inmortal, pero no había tenido suerte. Cuando ambas habían terminado de comer y tener una conversación aburrida y pedante, los criados comenzaron a recoger la comida. Melione se preguntó a donde iba todo aquel alimento sin ser apena tocado.

―¿Dónde va toda esta comida, mi reina? ―preguntó mientras Nathair se levantaba de la mesa.

―A las brasas.

―Debería de repartirla entre sus sirvientes.

―Ya tienen todo lo que necesitan.

―Pero...

―¡Dejad de hablar! No debéis de cuestionar las decisiones que tomo, no sois nadie.

Melione apretó los labios resignada mientras Nathair bajaba de la tarima rumbo a la puerta principal.

―Tengo asuntos que tratar, os veo a la hora de comer.

Melione se quedó plantada en la silla sin saber que hacer mientras los criados de manos largas llenas de escamas brillantes metían toda la comida en unos carros de color plateado y la sacaban de la estancia.

Uno levantó la mirada y sus ojos se cruzaron con los de la joven, de un color verde apagado. Melione sintió un escalofrío. Recordó que no tenía que sentir compasión de aquellas criaturas que al final eran sus enemigos y cualquiera de ellos por muy sirviente que fuese podría matarla.

El sirviente que la había mirado desapareció con una gran bandeja que contenía una ave cocinada y se desapareció por la puerta.

Ella no soportaba más estar cerca de todos aquellos inmortales, así de decidido recorrer el castillo buscando algo que poder hacer para matar el tiempo.

Al salir de la sala del trono, miró a uno de los guardias que siempre estaba cuidando de la puerta. Y aunque le molestaba tener que hablar con uno de ellos no tenía más remedio que hacerlo dado que no conocía el castillo.

―Me podría indicar...―Melione pensó a donde dirigirse―. Donde queda el jardín trasero.

El guardia sacó la lengua bífida y después siseo.

―Puede ir a través del castillo o salir y dar la vuelta por el exterior.

―Gracias ―dijo a regañadientes.

―¿Quiere que os acompañe?

―No es necesario, iré por fuera para no perderme.

―Como guste, señorita.

El guardia cuadró hombros y se quedó apoyado sobre la pared con la mirada fija, como si nunca hubiese hablado con ella y fuera una estatua.

Melione abandonó el interior del frio palacio, bajó por el sendero de piedra y lo continuó por donde se bifurcaba para poder rodear la fortificación. La falda de su vestido de color medianoche rozaba el suelo, tuvo el impulso de recoger el dobladillo, pero lo dejo estar. La reina se podía permitir comprarle otro vestido, si ella quería una muñeca bien vestida debía de pagar el precio.

Trono de escamas y almas perdidas [Legado Inmortal 1]Där berättelser lever. Upptäck nu