Marcha de guerra

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Nathair observaba con sus vivos ojos de color verde como Melione estaba tirada en la hierba del claro donde la había llevado

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Nathair observaba con sus vivos ojos de color verde como Melione estaba tirada en la hierba del claro donde la había llevado. Los árboles de frondosas ramas rodeaban el lugar, los pájaros piaban alegremente en una sinfonía alegre. A ella le gustaba ir a aquel lugar para entrenar su magia, era amplio y solía estar vacío, dado que, estaba algo alejado del castillo. Al estar al norte de su reino, el aire frio de las montañas danzaba entre los troncos y a veces se podía escuchar la voz del viento.

Aquel día de verano el sol golpeaba con fuerza y se podía estar sin necesidad de un abrigo. Nathair le gustaba sentir los rayos de sol sobre su suave piel blanquecina, aunque no demasiado para no quemarse. Tenía que mantener una imagen de absoluto refinamiento y una quemadura solar no era algo fino.

Movió el pie impaciente mientras su prisionera ensuciaba el vestido, aunque era de un color verde y a veces no se veía donde acababa la tela y comenzaba la hierba. Nathair se estaba cansando de la actitud infantil de Melione, que parecía que no había visto el bosque en su vida.

―Tenía otra percepción de vos ―dijo la reina mientras cruzaba los brazos y fruncía los labios.

―La hierba aquí es... no se describirlo ―dijo Melione sonriendo ante la naturaleza que la rodeaba.

―Es mágica, estúpida humana.

Melione abrió la boca haciéndose la sorprendida, no estaba montando aquel espectáculo sin una razón clara, quería información.

El poco trato que había tenido con la reina le había dado más información que la que había esperado encontrar. Nathair se dejaba llevar por las emociones y perdía el control de sus actos y palabras, y quería ver hasta que punto hablaba.

Nathair bufó enfadada, no tenía paciencia para esos juegos de críos pequeños.

―Hay un poder que emana de los inmortales que alimenta la tierra y a su vez la tierra alimenta nuestro poder.

Melione se agachó y arrancó un trozo de hierba para acariciarlo con los dedos.

Poder. Al final todo se regía por lo mismo, pensó.

―¿Y la maldición es cosa vuestra? ―preguntó Melione.

―No ―Nathair rió con ganas.―Eso es obra de vuestra inútil raza.

Aquella afirmación pilló a la joven desprevenida.

Bien, debía de seguir así, pensó. Tenía que obtener la mayor cantidad de información de la reina.

La miró, ese ser inmortal con tanto poder que seguramente podría pulverizarle los huesos con solo chasquear la lengua. Tenía el pelo rubio suelto formando pequeñas ondas que terminaban en bucles hasta la parte baja de su espalda. Su vestido de color rojo se ceñía a su figura esbelta y alta. La reina le sacaba dos cabezas de altura, era algo que le resultaba curioso, pero no le desagradaba.

Trono de escamas y almas perdidas [Legado Inmortal 1]Where stories live. Discover now