La danza de la guerra

753 85 138
                                    

La suavidad del vestido negro rozó la delicada piel de la reina mientras su sirvienta le cerraba el vestido por detrás

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

La suavidad del vestido negro rozó la delicada piel de la reina mientras su sirvienta le cerraba el vestido por detrás. Con cada cierre de botón sentía como le encajaba cada vez mejor, como si fuera una segunda piel. Aquel día debía de impresionar a todos, pero sobre todo a la joven doncella que estaba cautiva en su reino.

Si lograba impresionarla, plantar la semilla de la admiración dentro de su cerebro tal vez conseguiría que estuviera de su lado y así poder derrotar de una vez a su enemigo mortal. Porque aquella noche se marcaría el compás de la danza de la guerra.

Nathair sintió detrás de ella como su fiel sirvienta se subía a un taburete de madera para poder cerrarle los últimos botones. Ya estaba acostumbrada a todo aquel trajín para poder vestirla, desde su juventud había sido la más alta de su familia y eso le había gustado, dado que podía mirar por encima del hombro al resto.

La reina se sentó en su habitual tocador y la criada comenzó a cepillar su pelo. Aquella tarde lo llevaría suelto para que al bailar se viera una cascada de oro en movimiento e hipnotizara a la gente. Todo estaba calculado, al igual que el escote de su vestido que dejaba ver el comienzo de sus dos abultados senos. La atención tenía que ser desviada de sus palabras a su cuerpo, para poder conquistar a los asistentes.

La reina sacó del único cajón de su tocador su corona real, que estaba envuelta en cojines de seda. Solo la lucía en contadas ocasiones y esta era la ocasión perfecta. Su corona dorada fue colocada sobre su cabeza y ella se admiró en el espejo. El símbolo de su poder que estaba formado por una serpiente que tenía la boca abierta con una esmeralda entre sus fauces la hacía ver imperial.

Tras colocar dos pendientes de color verde en sus alargadas orejas se levantó del asiento. Era hora de ir a buscar a Melione. Salió de su habitación, pasando al lado del guardia que hacía turno al lado de su puerta. Cruzó el pasillo que estaba iluminado de forma tenue dado que ya comenzaba a irse el sol.

Tras unos cuantos pasos llegó hasta el balcón que daba al bosque que estaba cerca del castillo. Observó como el sol comenzaba a perderse por el horizonte. El ruido molesto de cientos de voces llegó hasta sus finos oídos, los invitados comenzaban a llegar al castillo. Había congregado a los más pudientes de su reino para que observan que aunque tuvieran poder nunca llegarían a obtener el que ella tenía, debía de recordárselo dos veces al año para que nunca perdieran la noción de cual era su lugar.

Siguió caminando por el corredor hasta llegar a las escaleras de caracol donde bajó hasta la planta baja. Volvió a recorrer la distancia desde las escaleras hasta la puerta de los aposentos de Melione. Le exasperaba tener que recorrer toda aquella distancia para poder ver a su cautiva, se pinzó el puente de la nariz mientras pensaba que tendría que ordenar que la trasladasen a la habitación que estaba contigua a la suya, la que había pertenecido a su hermano más mayor, Coylle.

Abrió la puerta sin pedir permiso, para algo era la reina. Melione se encontraba en medio de la habitación semi desnuda mientras una de sus criadas la ayudaba a meterse dentro de un vestido blanco.

Trono de escamas y almas perdidas [Legado Inmortal 1]Where stories live. Discover now