Descanso

853 82 11
                                    




Me dejé caer en el sofá al tiempo que llevaba una de mis manos hasta la corbata que rodeaba mi camisa y cuello. Había sido una reunión muy larga, los países del medio oriente aún estaban recelosos con firmar los tratados de paz, los países germánicos del norte ponían muchísimas condiciones, las islas del trópico habían firmado sin ninguna objeción sabiendo que todo beneficiaba a la poca población que había quedado y que trataba de no morirse por la hambruna y falta de tratamientos médicos. Los próximos días debían viajar al sur del continente para hablar con las entidades gubernamentales de los países de origen latinos y lo único que podía pensar era darse con el diccionario que el gobierno le había entregado para que aprendiera por lo menos a saludar en latín.

-Pensé que te habías ido directamente a dormir, no te encontré en la habitación. -La voz de la rubia de ojos celestes entraba por el marco de la sala de estar aún vestida con ese uniforme formal que les hacían utilizar por protocolo.

-Lo pensé, pero vendrán los chicos luego a cenar. -Dije con una leve sonrisa mientras terminaba de desatar la corbata.

-¿Ah? Traerán su comida me imagino, yo no les cocinaré. -Dijo Annie caminando por la sala hasta la ventana, haciendo sonar el tacón de los pequeños zapatos.

-Pieck dijo que con tu ayuda todo lo podían. -Bromeé sabiendo que al fin de cuentas todos terminaríamos comiendo algo rápido con una mesa llena de papeles.

-Nadie le puede decir que no a Pieck. -Dijo mirando por la ventana antes de negar, se giró y detuvo su mirada en mí.

Nuestras miradas se conectaron unos segundos antes que yo palmeara el lado vacío del sofá.

-¿No quieres sentarte? -Pregunté sintiendo un deja vú tremendo, y no había sido el único.

Annie me miró arqueando sus bonitas cejas rubias.

Sus tacones pequeños sonaron al tiempo que avanzaba hasta el sofá para imitarme y tirarse en el sofá, apoyó su cabeza en el respaldo del sofá, haciendo que su flequillo se fuera hacia atrás.

Ambos estábamos cansados.

Si bien, trabajábamos los seis juntos, todos teníamos cargos distintos, deberes y obligaciones distintos. Pieck y Annie siempre se encargaban de resolver los inconvenientes con los asistentes de los gobernantes, Reiner y Connie se encargaban de ir a visitar a las poblaciones más necesitadas junto con gestionar la ayuda, y por último, yo y Jean nos encargábamos de las reuniones más medulares, habíamos aprendido casi tres idiomas para poder comunicarnos con los gobernantes y no depender de asistentes.

Luego del retumbar, desde el mismo Fuerte Salta, comenzamos a organizarnos para levantar al mundo que teníamos en blanco frente a nuestros ojos. Nadie obligó a nadie, pero los chicos querían ayudar por la oportunidad que tuvieron, por el tener a sus familias vivas y querer ser un aporte y remediar, en cierta medida, los pecados que habíamos cometido.

-Deja de pensar tanto, tienes un par de días antes de subirte a ese avión. -La voz de Annie siempre me traía a de vuelta a realidad.

Los dos estábamos en la misma posición sentados en el sofá. Ella levantó los pies para sacarse los tacones al tiempo que también aflojaba su corbata.

Mi mirada se había quedado en ella y en esos pequeños detalles que comenzaba a admirar con gusto desde hace ya casi tres años atrás.

-Annie... ¿Te acuerdas cuando te dije el por qué te iba a visitar en el sótano? -Pregunté con calma.

Mi compañera ladeó el rostro con el ceño fruncido.

-¿Y eso? ¿A qué viene? -Preguntó rápidamente.

Historias Únicas [AruAnnie]Where stories live. Discover now