Alfa y Omega (Parte 2)

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"Iré hacer la compra, el abuelo se fue con tu padre al club. Aprovecha, el señor Leonhardt sabe todo."

Ese fue el aviso que hizo mi padre cuando apagó la tv y comenzó a moverse por la casa para encontrar la bolsa del mercado, las llaves y su teléfono para salir de casa.

¿Yo? Congelado.

Nadie podría quitarme a mi omega, nadie podría quitarme a Annie, ella siempre estuvo a mi lado, ella siempre me elegía a mí y ella... Era todo para mí desde que tengo consciencia. Siempre estuvo a mi lado, cada vez que mencionaban en futuro ella aparecía en mi mente.

Subí a la habitación luego que mi madre se fuera, cerré la puerta con seguro y me acerqué nuevamente a la cama, el espacio que ocupaba hace unos minutos aun estaba y la rubia platinada seguía envuelta en las mantas, pero ahora con el rostro hundido hacia mi lado.

La esencia era una mezcla de ambos, nos habíamos entregado solo en palabras y besos, pero la marca de ambos aun no estaba, mi alfa demandaba, quería reclamar algo que era suyo para toda una vida, quería sentir cada emoción que Annie sintiera, quería compartir hasta el último segundo de su vida, quería ser el único que aliviara su celo y consentirla en todo.

Me subí a la cama con cuidado y con delicadeza moví su cabello para despejar su blanquecino rostro. Era hermosa, encantadora.

-Ann, Annie. -Susurré bajito para despertarla con calma. Me acerqué para dejar un pequeño beso en su frente.

-No...-Murmuró moviéndose en su lugar para evitar ese momento.

-Necesito hablar contigo, por favor -Dije suave volviendo a peinar sus cabellos hacia atrás.

-Más tarde...-Dijo moviéndose torpemente para darme la espalda, pero fui más rápido y bajé mi brazo para detenerla en el momento por encima de las mantas.- Armin...

-No hay nadie en casa y necesito reclamarte, no lo puedo soportar.

Los ojos de Annie se abrieron de un momento a otro para mirarme asombrada. Bueno, yo estaba igual; mi voz salió de manera innata, el comando para controlar al omega se hacia presente como recurso para imponerse frente a cualquier situación. Sin embargo, era algo que nunca quise ocupar, lo encontraba totalmente contra mis principios.

Inmediatamente me alejé de Annie y me paré de la cama, pero la desesperación de reaccionar a ese momento fue más que terminé tropezando con mis mismos pies y caí en la mitad de la habitación.

-Ah...-Me quejé al golpearme con uno de los soportes del escritorio.

Annie se sentó en la mitad de la cama con las mantas a medio quitar, me miraba aun sorprendida y con los hombros tensos. Sí... La había asustado.

-Juro que no quise ocupar el comando, sabes que yo no haría eso, no te obligaría a nada -Dije rápidamente sentándome en el suelo aun con el dolor en el brazo.

-Mh...-Se movió por la cama para quedar en la orilla.- Lo sé, eres el mismo chico que llevo compartiendo años de mi vida y hasta con el cual compartía las paletas de dulces en primero de primaria, pero no te mentiré que casi se me detiene el corazón al escucharte.

Me levanté para caminar hasta la cama y sentarme en la orilla junto a ella.

-Lo siento, Ann, la impaciencia me tenía al borde del colapso, creo que esto me está afectando muy mal, hasta a mí me dio miedo de lo que hice -Agregué mirándola de reojo por la vergüenza que sentía.

Una suave mano se sintió en mi espalda con una pequeña caricia, de arriba abajo tratando de calmarme o consolarme.

-No debes pedirme disculpa, es tu naturaleza -Dijo con un tono muy comprensivo. Giré mi rostro para apreciarla y sus lindos ojos claros me miraba como si lo único que importara en esta vida fuera que le devolviera una sonrisa.- Ahora, lo importante de esto ¿Quieres reclamarme en este momento, acá, en tu casa? No tengo problema, pero cuando tus padres lleguen sentirán el olor y nosotros no saldremos de esta habitación hasta la noche.

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