San Valentín

598 62 2
                                    


-¿Por qué llevas cacao en polvo?

Pieck me miraba extraña al ver como le pasaba las monedas al vendedor del mercado que se colocaba los sábados en una de las avenidas del distrito de Liberio en construcción.

-¿Acaso yo me meto en tu bolsa de compras? -Dije colocando el cacao dentro de la bolsa de papel.

-Eh, calma, si no me quieres contar que ibas hacer chocolate sin invitarme... Haré como que nunca lo supe. -Dijo mi compañera encogiéndose de hombros antes de caminar más adelante para ir a un puesto de frutas.

La quede mirando unos segundos antes de avanzar hasta donde estaba.

-Muchas gracias. -Dijo Pieck recibiendo unas manzanas.

-Lo siento. -Dije encontrándome con su mirada.

Pieck me miró con una sonrisa negando.

-No te preocupes, creo que aún te conozco un poco para saber tus mañas, por lo menos, tienes a alguien a quién darle chocolates -Dijo antes de comenzar a caminar a la par conmigo.

-¿Quieres que te guarde? -Pregunté mirando los puestos y haciendo un repaso a la lista de víveres que necesitábamos en la residencia.

-¿Puedo hacerlos contigo? -Preguntó mirándome de reojo.

Suspiré resignada, sintiendo como mis mejillas se calentaban levemente.

-Solo si prometes no molestarme.

-¿Molestarte? ¿Yo? Jamás, es solo hacerte reír. -Dijo con gracia acercándose a mí para abrazarme por mis hombros fácilmente ya que solo nos llevábamos por unos centímetros.- De seguro te quedaran muy ricos, Armin le engordará la cara tanto chocolate.

No dije nada, ya que pensaba que se vería adorable.

-Si, adorable, toda la razón. -Dijo con una sonrisa amplia antes de reír.







-o-






Luego de pasar toda la tarde aprovechando la cocina de la residencia que teníamos como hogar provisorio, los chicos habían vuelto de su visita a los campamentos de refugiados. Ya solo quedaban unos cuantos, pero si se pedía de vista aquel asunto, podría ser un nido de peligro o delincuencia, cosa que en algunas regiones había pasado.

Cenamos con normalidad, compartimos el tiempo suficiente hasta que las diez y treinta se marcaron en el reloj y cada uno se fue a su habitación.

-¿Puedo robarte unos minutos de tu tiempo? -Pregunté a Armin quién estaba subiendo la escalera y yo había salido rápidamente de la cocina con una caja de chocolate, la cual la tenía escondida con ambas manos detrás de mi espalda.

-Ah, sí, obvio -Se detuvo y dio la vuelta para bajar de las escaleras, así avanzar hasta donde estaba yo.- Dime ¿Pasó algo?

Sin previo aviso lo tome de la muñeca para guiarlo hasta la salida de nuestro patio.

La noche de invierno estaba algo, o muy fría, pero no quería que nadie nos interrumpiera, menos Connie o Pieck.

-¿Es necesario estar acá afuera? -Preguntó Armin tensándose un poco por el frío.

Nos colocamos en la banca que teníamos afuera. Al estar sentados, saqué la caja para ofrecérsela.

-Tengo un presente para ti, toma. -Lo miré fijamente, con los hombros tensos por el frío y lo vergonzosa que me sentía al hacer esto. Jamás en mi vida pensaba que iba a estar regalándole chocolate a un chico, menos a uno que antes era "mi enemigo".

Armin me miró totalmente impresionado, pero aún en su impresión, aceptó la caja.

-Annie... Esto...-Miraba la caja, igualmente sonrojado que yo.

-Ábrelo, anda. -Dije con una calma impresionante, pero mi corazón latía a mil por hora.

El rubio que estaba frente a mí, apretó un poco los labios para contener una sonrisa, que poco le funcionó y abrió la caja con cuidado mostrando los chocolates rellenos que había hecho toda la tarde.

-¿Chocolates? -Preguntó Armin sin comprenderlo del todo.

Era obvio, nosotros en el continente teníamos festividades trascendentes en el tiempo por creencias de distintas culturas. Los de Paradise solo se tenían a ellos y uno que otro rasgo pueblerino entre las murallas o las montañas.

Jamás iban a saber el significado o la procedencia del San Valentín, aunque con la próxima globalización, tal vez estas festividades iban hacer de todos los años.

-Si, son para ti. -Dije mirando la caja unos segundos.- Anda, prueba uno.

-Bueno, es que recién cenamos...

-Prueba uno, Arlert. -Dije tomando uno de los chocolates para sacarlo y ofrecérselo cerca de la boca.

¿Cuál de los dos se llevaba el premio al más sonrojado? Pues, ambos. Siempre seremos los dos, de ahora en adelante, lo podía asegurar.

Armin me miró unos segundos, como si estuviera dudando y con un cuidado único tomó el chocolate de mis dedos.

Estaba expectante a su reacción, quería saber si de verdad lo había hecho bien.

-¡Mh! ¡Mh! -Armin movía sus labios y suavemente su mandíbula al degustar.- Está delicioso, muy rico ¿Qué tiene de relleno? Es como leche, pero con otro sabor... -Dijo mirando los chocolates, totalmente curioso.

-Es cajeta o manjar con un toque a durazno...-Dije tímidamente, tratando de no sonar tan emocionada.-

-¡Woah! Esto está exquisito ¿Lo hiciste tú? -Dijo con ilusión en esos ojos tan azules que esperaban una respuesta.

Asentí apenas, desviando la mirada unos segundos antes de pararme.

-Eso, nada de andar regalándolos, me voy a dormir. -Dije comenzando a caminar hasta la puerta, pero Armin me detuvo rápidamente tomándome la mano.

Lo miré fijamente encontrándome con la expresión tan adorable que siempre me ponía cuando quería algo, el muy manipulador.

-Comamos juntos, quédate -Dijo moviendo nuestras manos para poder enlazar sus dedos con suavidad.

-Armin... -Al instante apreté su cálida mano antes de hablar.- Vamos a una de la nuestras habitaciones, nos vamos a congelar acá afuera. -Dije moviendo la cabeza señalando la residencia.

Armin sonrió a gusto antes de tapar la caja con algo de dificultad con una sola mano y así pararse, sin soltarme.

-Nada de soltarse, aunque veamos a uno de los chicos cruzándose, todos saben que estamos juntos -Dijo Armin detrás de mí cuando íbamos ingresando. Cerró la puerta detrás de él y avanzó conmigo.

-Dame un respiro, Armin. -Dije mirando de un lado a otro mientras subíamos las escaleras.

-¿Y si mejor te doy uno de mis chocolates? -Dijo en tono de broma hasta que llegamos a la puerta de mi habitación.

-Mejor dame un beso. -Dije entrando a la habitación, tirándolo del brazo para adentrarlo y cerrar la puerta.

Los chocolates duraron solo esa noche, muchos besos y bromas que jamás pensábamos que íbamos a disfrutar luego de todo lo que vivimos. Sin embargo, al otro día, camino al puerto para viajar en barco al sur, los chicos estuvieron hablando de trivialidades hasta que alguien, específicamente Connie, se había enterado de una celebridad de enamorados y amistad, donde una persona le regalaba chocolates al otro.

Armin me buscó con la mirada.

Ambos volvimos a sonrojarnos, sonriendo solo para nuestro asunto.

Claramente, no habíamos celebrado una simple amistad la noche anterior. 

Historias Únicas [AruAnnie]Место, где живут истории. Откройте их для себя