42. Amy

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Amy a veces hablaba sola.

Puede que lo hiciese desde hacía mucho, pero conscientemente llegó a hacerlo desde los ocho años y casi siempre con su madre. Y no es que Samantha estuviese ahí, escuchando a la pequeña que solía llevar consigo una pequeña muñeca equipada con libros y gafas de sol, no. El viento recibía las palabras de Amy, y así mismo le respondía.

Se volvió una costumbre, hasta en las noches más solitarias cuando la niñera se quedaba dormida en el sillón de la sala, la comida en el pecho y el televisor encendido. La pequeña tomaba las sábanas y con una linterna practicaba conversaciones con su madre.

No huía. No temía. No se escondía.

Era ella y las respuestas del viento.

Los árboles quebraron en susurros, mientras Amy aún no procesaba las palabras. Aterradoras. Sorpresivas. Agresivas, sí lo pensaba demasiado, sí dejaba que su alma se entregara por completo a toda la situación.

Antes, cuando unas cuantas veces se dejó llevar por sentimientos y sonrisas bonitas, las cosas nunca terminaron bien. Sus salidas con ciertos chicos eran solo de una noche, eran conversaciones vacías o señalamientos que vendrían después. Sí es que llegaba a hacerlo, teniendo en cuenta su poco interés por socializar. Era... demasiado, salir de su coraza para que alguien viese solo un trocito y lo despedazara.

Su madre ya había quebrado parte de su corazón, ¿por qué habría un extraño de tener el poder de terminar con lo que quedaba?

"Amy..."

Ella elevó el rostro al ver el movimiento. Solía agradarle la manera en la que su índice hacía un pequeño giro, demasiado delicado pero varonil. No se imaginaba ni cómo habría sonado su nombre en labios de aquel castaño que le veía con ojos chispeantes.

"¿Qué vas a decir ahora?—respondió rápidamente—, porque ya no sé qué esperar de ti, Nylo."

Lo expresó antes de pensar si quiera en cómo el pelinegro llegaría a reaccionar. Y ahí, en esa cercanía se perdió la calidez que de momento había corrido, y así de rápido llegó una helada que borró cada beso y sonrisa.

"¿Cómo? ¿Amy, te he ofendido? Yo..."

Amy se pellizcó el hombro.

Cada palabra fue clara, como sus acciones y cercanía.

"Bueno, Amy..." aceptación, sopesando su propia frase.

"Creo que eres..." atención y detalle, por haberla escuchado. Un pensamiento propio expresado, algo de temor bordeando, pero la seguridad suficiente como para opacarlo.

"Mi flor favorita" Más que gusto. Porque algo tan profundo como lo hablado, el jardín, que significaba literalmente el mundo para Amy, valía más que palabras o caricias.

Muchísimos. Había muchísimos sentimientos ahí. ¿Cómo podía reaccionar ante ello, cuando de momento solo había huido con tan solo notarlos? ¿Existía un modo para detectarlo? Sí antes lo hizo, sí antes se alejó lo más pronto posible al notar algo similar, esta vez no fue así.

No con Nylo.

Y por primera vez, Amy se dio cuenta que había entregado nuevamente su corazón sin antes pensar qué podría ocurrir. 

5 minutos en el cielo ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora