33. Amy

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La sonrisa de Nylo fue todo un enigma.

Con las gotas de lluvia deslizándose por sus mejillas, como las lágrimas que nunca antes lograron salir de sí, el cabello empapado y los ojos nublosos, era un cuadro extraño; como leer un párrafo una y otra vez, sin estar del todo concentrado para poder interpretarlo.

Amy saltó en un charco para llegar hasta él, sonriendo.

Se sentía más viva que nunca, pese al nudo que seguía punzando en su garganta, porque no podía evitar pensar que su vida... su vida seguía siendo igual, y aunque intentase olvidarse tan solo por unos segundos de la tortuosa realidad en la que tenía que sobrevivir día a día, sin saber qué hacer, sin saber qué sentir o decir, no le era posible.

Deudas.

Fijaciones.

Abandono.

Decepción.

Perfeccionismo.

Nada iba a desaparecer con soñar.

Nada iba a desaparecer si cerraba los ojos para dar giros y más giros sobre su propio eje, recibiendo el agua fresca sobre sus mejillas, invadiéndola; el cielo recibiéndola entre sus brazos para que sus lágrimas no fuesen las únicas que cayesen al suelo.

Más de una vez quiso levantarse, tal y como los personajes de los libros. Más de una vez, quiso sentirse libre, como parecían sentirse los cantantes que tanto amaba. Sus voces elevándose, entrelazando líneas musicales con el viento, en plena paz, en pleno sentimiento que solo ellos conocían.

Deudas.

Fijaciones.

Abandono.

Decepción.

Perfeccionismo.

Los pensamientos jamás se irían.

Sus pensamientos jamás darían marcha atrás.

A veces se ponía a pensar sí ellos tenían más poder sobre ella, que cualquier otra cosa, al punto de hacerla esconderse en un rincón de su habitación para olvidarse de todo, aunque fuera por minutos, apagar cada rayo cegador del mundo, y encender a los protagonistas en su corazón.

¿Hasta qué punto...? ¿Qué tan poderosa terminaría siendo su mente? ¿Acabaría con ella? No quiso ni imaginárselo, no con el cantar de los árboles removiéndose entre ellos, peleando por recibir las gotas del cielo.

Cuando era niña, pensó más de una vez que no eran las nubes, quienes soltaban las gotas de agua, o bueno, sí, pero evitaba fijarse en toda la explicación de los maestros, su padre o quien fuera, y pensaba... pensaba que las nubes tan solo habían recibido cada lágrima de la luna, y cuando ya no soportaban más el peso, debían descargar el dolor y la tristeza del satélite sobre la tierra, para que entendiese también lo que sucedía en el cielo.

Era una tontería.

Lo supo cuando su padre se rio cuando Amy quiso escribir una historia con ello. Mientras, Lya, su hermana, dijo que algún día haría una canción sobre tan maravillosa idea.

Jamás escuchó la canción.

Jamás leyó la letra.

Pensó que lo habían olvidado, tal y como su madre lo hizo al iniciar una nueva vida sin mirar atrás, sin pensar que sus hijas necesitarían el abrazo maternal.

"¿Está todo bien?"

Amy meditó dos segundos en el movimiento de manos del chico frente a ella, y asintió, aun queriendo permanecer sumergida en la sensación de la lluvia, queriendo repasar sus labios, como lo había hecho Nylo minutos antes.

Soltó una bocanada de aire, una nube expandiéndose hasta enroscarse en el aroma de la hierba húmeda, subiendo como humo. Amy no quiso decir nada al respecto, pero no pudo evitarlo, y de repente, empezó a decirle todo a Nylo.

Los problemas.

Las inseguridades.

Los temores.

Las palabras que la perseguían.

Los sueños que tenía.

Y los libros que aún deseaba leer.

Nylo permaneció inerte a su lado por unos segundos, tragando en seco. La lluvia repicaba sobre sus anchos hombros, con la oscuridad absorbiéndolo detrás, el parque tomando una parte de sí para ocultar su sonrisa. No tenía ni idea de qué podía estar pensando, pero sabía... Amy sabía que algo andaba mal.

Entonces, sucedió algo más.

"Quiero que escuches mis problemas...—dijo él, tomando su mano para guiarla de regreso a la biblioteca. El suspiro de sus labios se unió a las nubes en medio de la oscuridad y los pasos opacados—, quiero que veas mis inseguridades, que sientas mis temores... Necesito que también escuches las palabras que resuenan en mi cabeza, y los sueños que me mantienen despierto. Las melodías que aún quiero tocar, pero que quizás nunca llegue a crear..."

Ambos no se percataron de los largos pasos que habían dado hasta dejar que la biblioteca los cubriese por completo. Seguían mojados, pero no parecía importar del todo. No cuando Nylo sostenía la mano de Amy fuertemente, sobre su pecho, queriendo que escuchase cada latido enloquecido.

El sentimiento vivo en sus ojos.

El sentimiento transformándose en latidos.

El sentimiento atravesando su corazón.

Amy bajó la mirada hacia donde sus manos se sostenían con fervor, rozándose, calentando su piel en tanto aún rugía la furia del otoño a su alrededor. Entonces asintió, casi sonriendo, cuando levantó levemente la mano y dio tres golpes sobre el pecho duro de Nylo.

Toc, toc, toc.

La respuesta de Nylo fue besarla hasta el cansancio. 

5 minutos en el cielo ✔Where stories live. Discover now