3. Amy

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Por un minuto, Amy pensó que lograría cerrarse de nuevo en la tranquilidad del momento, hasta que notó que su celular estaba en 7% y eso solo impedía dos cosas que, en realidad, eran de suma importancia.

La primera: no tendría cómo escuchar música.

Y la segunda: no sabría qué hora sería.

Porque claro, podía amar ese lugar, durar horas comiendo libro tras libro sin creerse el: un capítulo más, y me detengo. Pero... claro, siempre había un pero. Y no podía quedarse mucho tiempo ahí. Debía regresar a casa...

Se mordió el labio inferior y sostuvo el libro que la noche anterior había descubierto bajo un par de cajas, llenas de polvo y mantas suaves que, bien limpias, serían de muchísima utilidad para enredarse en ellas mientras leía.

Le era imposible no revisar el celular, sin haber terminado un párrafo, asegurándose de cuánto tiempo le quedaba para disfrutar el capítulo, con las notas musicales de Arcade resonando, casi chocando contra la madera tibia del ático, en una intensa respuesta que solo el viento a las afueras, susurrando, podía dar.

All I know... All I know...

Loving you is a losing game.

Amy cantó bajito, escuchando cómo su celular empezaba a apagarse, al igual que su voz, mucho antes. Porque eso había hecho en su casa, en la escuela, alrededor de todo el mundo: cerrar, no solo sus labios, sino su corazón, sin ser capaz de expresar un solo pensamiento o sentimiento que se atravesase.

Pero es que su mente era un prado peligroso que ni siquiera reconocía en momentos de silencio, sin la acogedora sensación de poder controlarse a sí misma.

El mayor temor de su vida, siempre había sido no lograr a conocerse a sí misma.

Y su mayor deseo, era tampoco hacerlo.

Sí le dabas la oportunidad a la luz del conocimiento, pensarías mucho y, según uno de los tantos post que llegó a ver en IG, pensar demasiado te hacía infeliz.

Podía ser una tontería, pero para Amy, su vida podría haber estado girando alrededor de la esfera brillante que representaba la felicidad. Solo que... estaba demasiado lejos, siempre lo estaba.

Y entonces, hubo un cambio cuando el celular empezó a apagarse y solo el ático pareció responder a su canto melancólico que traía recuerdos de noches calientitas junto a los brazos de quienes amaba y que, lamentablemente, ahora solo parecían una sombra de recuerdos.

Toc, toc, toc.

Amy giró la cabeza, en busca del origen de dónde podía provenir aquel sonido, pero...

El sonido de los zapatos crujiendo en la madera fue lo único que notó antes de esconderse. 

Siempre se escondía. 

5 minutos en el cielo ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora