8. Nylo

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Fue como ver a Bambi en medio del bosque.

Una sonrisa se coló por sus labios ante la imagen, pero la contuvo, al notar cómo esos ojos azules brillaban con tanto... tanto... temor con la chispa de la luz cálida recayendo en sus orbes, tal arena revolviéndose en un vaso ovalado. Era el vistazo inicial de un caos, una tormenta desatándose junto a una melodía calma que parecía apaciguar cualquier irritable o molesta reacción que pudiese terminar en gritos de dolor.

Su voz... evidentemente era su voz, claro.

Joder, no podía haberlo imaginado, tampoco provenía de sus audífonos. Era ella... y solo ella la que había atraído el paraíso de los más pasionales poetas para recaer en sus palabras, fue quien atrapó el suspiro del viento en un encantado bosque que seguía dando vueltas alrededor, esperando poder salir nuevamente.

Ella...

Se le hizo tan conocida, que se acuclilló frente a ella.

Fue consciente de cómo lo inspeccionaba de pies a cabeza, de cómo su respiración era tan sonora, que el pequeño espacio no parecía ser lo suficientemente amplio para que los dos tomaran una bocanada de aire al tiempo.

Y aun así, clavó sus ojos en los de ella. Inyectando la parsimonia de una sonata.

Podía parecer estúpido, pero desde que vio la gran ópera o fue a Viena, a ver a los grandes artistas perderse en sí, en la música y la naturaleza de esta misma, le fue imposible no querer transmitir el mismo sentimiento que yacía en su cuerpo aquellos inviernos sentado en los palcos, a través de una mirada.

Nylo se mordió el labio inferior y, viéndola, pegada a las cajas llenas de libros, la ventanilla trasera empañada, y la pared de madera brillante a su lado, decidió que lo mejor, era volver a preguntar sí estaba bien, que se quedara, que... enlazaran almas a mitad de la noche, por cuestión del destino.

Toc, toc, toc. 

5 minutos en el cielo ✔Where stories live. Discover now