Capítulo 57 "Dependencia"

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Blake

—¿Cómo estás?—preguntó la mujer que no aparentaba más de treinta años.

—Bien—contesté.

—¿Has visto a Scarlett?—de repente me sentí incómodo de que hablara de ella con tanta confianza.

—Sí, hoy—respomdí—. De hecho vengo de verla.

—¿Y cómo te fue?—siguió la plática.

—Perfecto, le conté que estoy en terapia.

—¿Ya pensaste en viajar a Londres?

Me tense cuando hizo la mención del suceso inesperado.

—Sí y definitivamente no iré—resolví.

—¿Por qué?

—Porque me importa un carajo lo que le pase a él.

—Quiere verte, su abogado te dijo que el diagnóstico de tu padre...

—Él no es mi padre—la detuve.

—Le quedan tres meses de vida.

—Lo cual agradezco—hablé yo—, espero que esté sufriendo mucho y que no tenga ni un segundo de paz. Aún en su lecho de muerte.

—Es una forma muy cruda de hablar sobre la muerte—hizo la observación.

—No le tengo miedo a la muerte de nadie, ni a la mía. Todos vamos a morir, pasaremos hacer recuerdos y emociones. La muerte solo le duele a los vivos.

—¿Eso crees?

—Soy ateo, no creo en ningún dios o religión. No sé si existe el descanso eterno o eso de que hay que cruzar un río para llegar con el dios de la muerte que te comerá y te dejará descansar. Tampoco creo en la vida después de la muerte. La muerte es solo eso, morir y ya, no creo que haya algo más profundo o espiritual en eso.

—¿La muerte de tu...?—se detuvo—¿La muerte de Adam Jones, cómo te hace sentir?—se refirió a mi progenitor por su nombre.

No tuve que pensar mucho en la situación para darme cuenta de que efectivamente lo único que me causaba la posibilidad era: Alivio.

Un profundo y relajante alivio.

—Aliviado.

—¿Y si Alinor muriera?—cambio la cuestión.

La miré fijamente a los ojos.

—Sería diferente, porque ella es buena, es mi hermana y la amo. Me dolería, pero lo aceptaría.

La mujer guardo silencio e hizo anotaciones en una libreta.

—La última vez que estuviste aquí no respondiste mi pregunta—comentó.

Tragué saliva porque recordaba la pregunta.

—No lo recuerdo—me hice el loco.

—¿Por qué decidiste venir a terapia?—me refresco la memoria.

Sabía que si respondía sinceramente la psicóloga iba añadir otra anotación a su libreta. Tenía dos opciones, decirle la verdadera razón o decirle una parte de la verdad. Me incliné por la segunda opción.

—Tengo miedo—confesé mientras sentía que el núcleo del pecho se me oprimía.

—¿De qué Blake?

—De ser como él—ella sabía que me refería a mi progenitor—, él no era alcohólico, tampoco drogadicto, él era así, llegaba de noche y esperaba encontrar a mamá como una muñequita, pero mamá tenía que cuidarnos, no tenía tiempo para ella. Cuando él la veía en pijama o con ropa cómoda la golpeaba...

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