Capítulo 35 "Egoísmo y beneficio"

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Scarlett

Una sola caricia, una sola palabra, un solo segundo y Blake podría lograr que yo fuese su más fiel devota.

Ya no se trataba de que tan guapo era, o lo muy bien que me hacía sentir en la cama, era algo más. Pero no iba a pensar en aquello, no quería creerlo, no podía creerlo, era estúpido, disparatado. Me resultaba hasta insoportable. Claramente sabía que no era algo tan fuerte como... Eso, simplemente las cosas habían pasado a otro nivel—para mí—. Y no pude, ni podía evitarlo.

—Sujetate bien—dijo Blake, tomando mis manos para arrastrarme al hielo, por encima vez.

—Es inútil, volveré a resbalar—le recordé yo.

—Pero ni siquiera te has caído—Rodó los ojos—. Dije que no te dejaría caer, lo estoy cumpliendo, ahora déjame enseñarte a patinar.

Me reí—Ni siquiera estamos usando patines.

—Ven acá Cher.

Me levanté del suelo que estaba cubierto de nieve y fuí al lado de Blake.

Se veía tan guapo, con sus labios húmedos, decorados con aquel piercing plateado, el arito de una de sus aletas de la nariz estaba perfectamente acomodado. Pero el arete de la ceja estaba un poco chueco. Sus cabellos negros estaban despeinados por la fría brisa de la noche. Toqué su mejilla izquierda con mi dedo pulgar y estaba helada, al igual que su cuello y manos.

—No hagas eso—Blake alejó mi mano lentamente.

—¿Por qué?

Se aclaró la garganta—Estoy muy frío.

—Lo sé—retomé mis caricias en su rostro, delinee sus labios, sus cejas, nariz y todo lo que mis dedos pudieron tocar, tanto como hace un tiempo atrás había fantaseado.

—¿No prefieres ver las estrellas en vez de a mí?

Negué—Eres muchísimo más hermoso que todas las estrellas del universo.

Blake retiro la mirada.

—¿Te sonrojaste?—pregunté jodiendo

Él sonrió socarron.

—No, pero. Hay muchas otras cosas que me hacen sonrojar Cher—. Lamió su labio superior y el inferior, para terminar con un pequeño mordisco en su labio inferior.

Ahora la sonrojada era yo. Definitivamente yo no servía para poner nervioso a Blake Jones.

—Vamos, te llevo a tu casa—dijo él y yo solo asentí, como una tonta.

Entramos al auto de mi madre y él me pasó las llaves, a lo cual solo negué, dejando que él condugiera.

Me senté en el asiento del acompañante y me quedé pensando. Blake era el que siempre llevaba las riendas en todo que hacíamos y me gustaba, pero también quería demostrarle que algunas veces yo podía tomar la iniciativa ¿Eso le gustaría a él? ¿Su manera de verme cambiaría? No iba a saberlo si no lo hacía.

Blake llevaba las manos en el volante, con una sola hizo una vuelta, las venas de su mano se remarcaban. Se mordió un labio y recargó su brazo en la cabecera del asiento, giró lentamente su cuerpo, mientras miraba atrás. Fue la escena más afrodisíaca que mis ojos pudieron recibir, era increíble que hasta la cosa más cotidiana—como conducir—hacía lucir a Blake Jones como un maldito dios nórdico.

O tal vez yo estaba caliente, tal vez eran las hormonas alborotadas. Como dicen las madres.

Entre si eran peras o eran manzanas, me quité el cinturón de seguridad. Lo que llamo la atención del ojiazul, que se detuvo de golpe.

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