22 de junio de 2021
Eran las 9 de la mañana y ya habían entrado doscientas veces las enfermeras a la habitación, lo que más odiaba del hospital era que no respetan a los que no nos gusta madrugar.
Más tarde, vino una mujer a ofrecerme que fuera con ella, realizaban actividades para las personas que estaban ingresadas, ya había ido antes a esa sala y la verdad es que ahora no me apetecía estar rodeada de gente entusiasmada por hacer pulseras, tampoco había nada mejor que hacer pero prefería estar sola, no podía parar de pensar en que se acercaba la hora de comer.
Después de pasarme toda la mañana mirando al techo sin poder dormirme, por culpa de las molestas enfermeras, llegó la hora, vi como entraban una bandeja y una mujer se sentaba a mi lado, parecía no tener ni la más mínima intención de moverse de esa silla, hasta que yo comiera algo.
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20:09Llevaba toda la tarde acurrucada en la cama, no me había movido ni un poco. Vi que se abría la puerta, no podían ser mis padres o mis amigos porque no les permitían venir hasta comiera algo, me giré y vi a la Doctora Martínez, era quien menos quería ver en estos momentos.
— Hola Maya, ¿cómo estás? - preguntó la Doctora
— Bien, gracias - respondí y me volví a girar para tumbarme
— ¿Y eso te lo crees tu o se supone que me lo tengo que creer yo? - preguntó con cara de pocos amigos
— No lo sé - contesté sin ganas
— Maya se que estás harta de todo y que no tienes ganas de escucharme, pero si estás aquí es porque ya has avanzado, aunque pueda parecer todo lo contrario, se que nunca le has contado a nadie tu situación y qué quieres cambiar, pero tienes que dejarte ayudar - contestó sincera
No contesté a sus últimas palabras y cuándo iba a salir por la puerta dejándome tranquila de una vez por todas, volvió a entrar.
— Maya, no me llames Doctora Martínez, llámame Luna - me giré sorprendida
Ese gesto me hizo pensar que igual ella si quería ganarse mi confianza y ayudarme.
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2:38 de la madrugadaNo podía dormir a pesar de que la noche anterior tampoco había dormido, así que decidí ir a dar una vuelta por los pasillos. Tenía el pelo sucio y recogido en un moño con dos mechones sueltos, llevaba el pijama del hospital y unas zapatillas de unicornio.
Salí de la habitación agarrada al palo del suero, me lo habían colocado hoy para introducirme los medicamentos de manera intravenosa y tras andar un poco, no sé me ocurrió otra cosa que meterme en el ascensor y bajar a la planta 3, allí mismo me encontré con una enfermera.
— ¿Quién eres y qué haces aquí? - preguntó molesta
— Estoy buscando a alguien - dije asustada
No sabía que decir, la había cagado, la enfermera me iba a matar en cualquier momento
— Si, ella me estaba buscando a mi, perdón - oí contestar a alguien detrás mío, era Enzo.
Este chico estaba empezando a darme miedo, no paraba de aparecer a todas horas.
— ¿Y quién eres tú? - preguntó la enfermera
— Soy el sobrino de la Doctora Martínez, estoy haciendo prácticas en este hospital, ella es mi paciente - contestó Enzo
Estaba flipando, no daba crédito a nada de lo que estaba pasando.
— ¡Qué ilusión!, tu tía me ha hablado mucho de ti, la conozco desde que ella era una de las pacientes, soy Laura, dile que has hablado conmigo - contestó alegremente
— De acuerdo, ahora Maya vámonos - dijo Enzo amablemente
A ese chico no se le quitaba la sonrisa ni de un puñetazo.
Nos alejamos y nos metimos en el ascensor, yo no podía callarme todas las preguntas que tenía.
— ¿Cómo que eres sobrino de la Doctora Martínez?, ¿y por que la enfermera ha dicho que ella era una paciente?, ¿que hacías ayer en la azotea si estas de prácticas? - pregunté intrigada
Todas mis preguntas salieron sin filtro alguno y de manera rápida, no solía ser tan directa pero estaba flipando.
— Ey tranquila, si, soy sobrino de Luna y yo no tengo porque contarte su intimidad - respondió abrumado
— Lo sé perdón - dije arrepentida
Había sido muy brusca, no lo conocía de nada y acababa de interrogarle. Salimos del ascensor y vi que Enzo se dirigía a la puerta de emergencias.
— Oye, ¿a dónde vas? - pregunte tímida después de haberme excedido con la confianza que me había dado
— A donde crees que voy, ¿ya tienes ganas de fumar o qué? - contestó con ironía
— Si, la verdad - contesté seria
Me ayudó a subir por las escaleras, esta vez iba cargada con el palo del suero y no era fácil moverme a mi antojo. Una vez allí encendí mi cigarro y por fin me sentí más tranquila.
— Aún no me has dado las gracias por salvarte de la enfermera, ni por ayudarte a subir las escaleras o por simplemente no decir nada de que estás aquí ahora mismo - dijo molesto
— Yo no te he pedido que me hicieras nada de eso, pero bueno, gracias. Además tu también estas aquí ahora mismo - respondí defendiéndome
— Ya, pero yo no soy paciente, ni estoy fumando - contestó Enzo
— Oye no me has contestado antes, ¿Por qué subes aquí? - pregunté interesada
— Parece que mi tía no fue la única paciente de este hospital - dijo tranquilo
— ¿Pero tú cuántos años tienes? - dije sorprendida
— Tengo 22 años - dijo riéndose - Aquí venía cada noche como tú, era el único lugar dónde sentía que estaba respirando - dijo en un tono melancólico
— ¿Y ya estas bien? - pregunté curiosa
No sabia lo que le había pasado, pero quería saber si había alguien que realmente, al pasar por aquí se había recuperado de sus mierdas.
— Si, fue difícil, pero mírame, aquí estoy de nuevo y para hacer prácticas, ayudaré a otros al igual que me ayudaron a mí, como mi tía - contestó Enzo
Vi que era sincero, además de increíblemente guapo, últimamente tener compañía no me agradaba, pero él no era insoportable del todo.
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RESPIRANDO
Teen FictionPedir ayuda no es tan fácil como parece, sobretodo si estás convencida de que no la necesitas y si sabes que si la pides, no te la darán. A veces la ayuda no sabemos si nos salvará o terminará destrozándonos todavía más, pero llegados a cierto punto...