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"... Un día la muerte llega de repente

y apaga todas las luces,

para decirte que no habrá más amaneceres,

ni más miradas, ni más abrazos,

ni más peliculas, ni más canciones..."

Pov San

Por la tarde volví a casa de Yuta, necesitaba cambiarme de ropa y preparar mi siguiente paso.

Mi amigo con paciencia después de ducharme, me cambió todo el gran vendaje que llevaba alrededor del torso, sin decir una sola palabra.

En aquella habitación solo se sentía el sonido de nuestras respiraciones y el ruido de la tela al estirarse.

Cuando acabó el trabajo simplemente se sentó a mi lado en la cama y preguntó: -¿averiguaste algo?-

-Bastante como para empezar- solté sin gracia.

-San, de todos los secuestros que ha habido... esos cuerpos nunca aparecieron, sabes que no dejaran evidencias ni...- le interrumpí porque no quería escucharle decir aquello.

-Le encontraré Yuta, yo le encontraré y me despediré- afirmé poniéndome la camiseta.

-Solo necesito tiempo- aclaré.

-Con esas heridas tiempo es lo que menos tienes San- respondió preocupado.

Nos quedamos mirando sin decir nada y decidió que era mejor dejarme solo.

Me senté en la cama nuevamente y saqué el teléfono.

Paseé por mi galería y le di al Play a uno de los videos que salió primero.

La risa de Wooyoung invadió la habitación, y con ella el sonido inconfundible de mis sollozos.

Era un video en el que él estaba jugando con Yeontan en el jardín, ambos estaban tirados en la hierba jugando con una pelota.

No pude evitar sonreír entre lágrimas, mientras sentía como todo mi ser se destruía en millones de pedacitos esparciéndose en la nada misma.

Dios, cuánto le amaba... cuánto le echaba de menos.

Apagué el teléfono limpiándome la cara, respirando hondo y volviendo a repetir mi juramento para mis adentros:

"Pagarán por esto, todos y cada uno, te lo prometo".

Saqué lo que necesitaba de mi gran bolso y me puse un pañuelo a forma de bandana en la cabeza.

Me despedí de Yuta que abrazaba a su novio en el sofá y caminé hacia mi coche.

Aquella noche me encontraba frente a esa famosa discoteca.

Era una especie de cine antiguo, donde una pesada puerta se abría si tenías invitación o un código de acceso.

Mucha gente bailaba en la calle convencidos de que no les dejarían pasar.

Desde donde estaba podía ver al que creía que era "El carnicero" autorizando quién entraba y quién no.

Me acerqué abriéndome paso entre la gente hasta aquella puerta.

Por una de las rendijas le ofrecí al "Carnicero" un fajo de billetes enrollados.

Me miró con desconfianza, pero agarró el dinero y me abrió.

En cuanto entré, el humo y la música ensordecedora me golpeó.

My Cold Revenge Woosan  SanwooWhere stories live. Discover now