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"... Tu vida hoy,

solo es la cuenta atrás

hacia lo inevitable..."

Pov San

La siguiente semana nos atrapó casi sin que me diese cuenta.

De camino al colegio puse la radio y fruncí el ceño ante la información que estaban dando:

"...Esta semana se registraron seis secuestros por día, pero el fin de semana la cifra aumentó a ocho cada 24 hs..."

"...La situación se le está yendo de las manos a la policía al no encontrar indicios de quién está detrás de esto..."

"... El número de víctimas mortales ha subido a la triste cifra del 85 por ciento..."

"...Al parecer la red de secuestradores se rige por una lista de las familias más adineradas de México..."

Apagué la radio de golpe y mire por el retrovisor a Wooyoung que escuchaba atentamente, mirando los coches pasar a través de la ventana.

-Yo estoy en esa lista, ¿verdad?- preguntó con la voz temblorosa.

-Eso no lo sabemos- afirmé con tono seguro ocultando el nudo en mi garganta.

-Sé que tarde o temprano llegará mi turno- dijo mirándome a través del espejo con los ojos acuosos.

-Para eso estoy yo aquí, para evitar que tu turno llegue- le tranquilicé.

Tragó duro y se secó los ojos mientras yo aparcaba delante del colegio.

Firmé el registro y fuimos directo a la parte deportiva.

Hoy le tocaba la competencia de natación regional.

-Tranquilo, lo harás bien- le dije apretándole el hombro.

Me senté en las bancas laterales para ver la competición.

Mientras pasaban las categorías inferiores estudié el movimiento corporal de Wooyoung.

Se veía cabizbajo, desmotivado, estaba claramente preocupado.

Me acerqué hasta él y le tome por los hombros.

-Ey, sé positivo, no pienses cosas malas y concéntrate en nadar- le solté con una sonrisa.

En aquel momento se me acercó el director.

-Señor Choi ya comenzará la competición, puede observar desde allí- me señaló las gradas.

-Sus padres están de viaje- aclaré antes de que preguntara.

-Usted hoy es su familia- dijo dándome una sonrisa.

Una calidez se me instaló en el interior y sin darme cuenta inflé el pecho con orgullo, mirando como wooyoung se preparaba para su carrera.

Mientras se colocaba en su lugar para comenzar antes de bajarse las gafas de agua, me miró.

Le sonreí para animarle y el pistoletazo de salida se escuchó por todo el recinto.

Yo estaba tan ansioso que no pude evitar recorrer la piscina de lado a lado con la toalla en mano observándole.

Cuando la carrera acabó, se quitó las gafas y miró a sus compañeros, para entender en qué posición había quedado.

Salió de la piscina hacia mí con la cara retorcida por la frustración y el enojo.

Le puse la toalla en la espalda y le di un empujoncito sin decir nada para que fuera a cambiarse.

En el viaje de vuelta a casa, me sorprendió que se sentara en el lugar del copiloto y no detrás como hacía cada día.

-Eres bueno- le aseguré.

-Ya, pero nunca gano, no paso del tercer lugar- soltó indiferente.

-No te quejes, eso es un podio, deberías estar orgulloso- afirmé.

-Tú no lo entiendes- gruñó mirando afuera.

-Explícame entonces para que lo entienda- sugerí.

-Hice un acuerdo con mi padre, si gano los nacionales me dejara ir a EE. UU. a la universidad de artes escénicas, si no, me quedaré aquí a estudiar finanzas- soltó agobiado.

-Eres el más rápido en el agua, pero el más lento en salir de la plataforma- afirmé.

-Lo sé, pero no puedo evitarlo, me asusto con el disparo- dijo pasándose las manos por el cabello barriéndolo hacia atrás.

-¿Quieres ganar?- pregunté.

-Claro que quiero, pero es imposible, todos estos años lo he intentado, pero no puedo- confesó con tristeza.

-Tendré que hacer lo que mi padre quiere y tirar a la basura mis sueños- dijo bajando la mirada a su regazo.

-Te entrenaré, practicaremos cada día hasta que dejes de temer al disparo y seas el pececito más rápido- aseguré dándole una cálida sonrisa.

Así pasamos aquella semana, cada tarde él se metía a la piscina, yo disparaba y cronometraba el tiempo de su respuesta, haciéndole repetir la salida una y otra vez.

Cada día comenzaba a progresar, aunque mi entrenamiento era más militar que deportivo, parecía que por fin estaba empezando a funcionar.

Incluso la cocinera, el jardinero y sus padres le motivaban desde un costado de la piscina.

Lo que él no sabía, es que cada día, aquel coche que nos seguía nos encontraba en algún punto del camino, como por casualidad, a pesar de que yo cada mañana me empeñaba en encontrar una nueva ruta para llegar a nuestro destino.

Él permanecía ajeno a los cálculos que yo hacía en mi cabeza cada vez que salíamos de casa.

No se equivocaba, su nombre estaba en aquella lista que seguían los secuestradores, y yo me esforzaba cada noche en intentar ir varios pasos por delante de ellos, para que él no se convirtiera en uno más de la estadistica, aun sabiendo que tarde o temprano el momento llegaría.

Más temprano que tarde intentarían llevárselo.

Y eso lamentablemente era una certeza... 

Capítulo lacrimójeno, lo sé...

Les dejo pañuelitos virtuales.

no me peguen...

My Cold Revenge Woosan  SanwooWhere stories live. Discover now