|Capítulo 8|

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Mini maratón 1/2

Capítulo 8

OWEN

—Eh, guapo, espera un segundo, —soltó la chillona voz detrás de mí. No me giré, solo solté aire por la nariz y me pregunté mentalmente por qué demonios había terminado enrollándome con aquella, insoportable chica.

— ¿Qué? —pregunté malhumorado colocándome la sudadera.

Estaba cabreado. Y ni siquiera era con la chica que todavía seguía desnuda sobre su cama. Estaba cabreado con el maldito mundo en general. En eso se había basado mi vida los dos últimos años.

En no tener sentido de humor para nada. Para nadie. Y claro, era evidente que la conversación con Alice había intensificado todo. Me había puesto más malhumorado de lo que ya era de por sí.

A decir verdad ni siquiera sabía porque había pedido el traslado a esta ciudad de mierda en primer lugar. Y, suponer, que podía estar asociado con cierta chica, me cabreaba muchísimo más.

— ¿Hice algo que te molestó? —escuché la voz de la chica de nuevo, esta vez, más insegura que la primera vez. Respiré hondo de nuevo, y me giré hacia ella. Era bonita, no lo negaría. Tenía unas coquetas pecas adornándola las mejillas, una cabellera rubia que la había lucir como la típica chica popular del lugar, y una mirada que gritaba atención.

Quizá eso último era lo que no me agradaba en lo absoluto. Porque últimamente estaba teniendo pésimo gusto eligiendo con quien me iba a la cama. Se suponía que era algo casual. Sin problemas. Pero a la primera obtenía un escándalo frente a la universidad completa.

Cosa que me desagradaba demasiado.

—No decirme que eras amiga de Kay, por ejemplo, —musité acercándome para recoger la cadena que había dejado encima de la mesita. La tomé entre mis manos y un sabor amargo se instaló en mi garganta al recordar quien era su propietaria. Y por qué no se lo había devuelto.

Porque no me daba la gana. Esa era la respuesta.

—No somos tan amigas, —fue su vaga, e irrelevante respuesta. La verdad no me importaba demasiado si eran o no, amigas.

—Perfecto. Nos vemos nunca.

Abandoné la habitación guardando la cadena en el bolsillo de mi pantalón. Las luces de todo el pasillo ya estaban apagadas. Todas las puertas estaban cerradas, y, caminé con el mayor cuidado del mundo porque aquella residencia era solo de chicas, y, por ende, la entrada de chicos que iban por sexo estaba rotundamente prohibida.

Incluso tenía una robusta, y pequeña mujer custodiando la entrada. Era una de esas residencias escogidas por los padres estrictos para sus ejemplares hijas.

Tan ejemplares como la que había estado gritando mi nombre hacia unos minutos.

Guardé mis dos manos dentro de los bolsillos, y me escabullí por la parte trasera. No me importaba ser visto, pero no era tan imbécil como para meter a la pobre chica en problemas. Era lo que menos me gustaba. No sabía exactamente por qué.

Pero lo evitaba.

Cuando al fin salí del lugar, me desvié y comencé a caminar hacia mi propia residencia. Sin muchas ganas de nada. Porque a decir verdad, lo último que quería era dormir, pero supongo, que la fiesta de la que había salido unas horas atrás tampoco era una buena opción.

Demasiadas chicas borrachas lanzándome encima. Personas que no quería ver. Y discusiones que en primer lugar, debí evitar.

Cuando llegué hasta el edificio me detuve en seco cuando mis ojos captaron movimientos en la entrada. Había un auto mal estacionado. Y un tipo sacando una chica del mismo con algo de dificultad.

Desastres impulsivos ©️✔️Where stories live. Discover now