Capitulo 8

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Minutos más tarde llegue a mi casa muy mosqueada. Harta de todo lo que giraba en torno a aquel estúpido, al que ahora  hasta mi madre adoraba.

-Ya le he pedido perdón- dije al cerrar la puerta de entrada. Mi madre me miró levantando una ceja, al parecer no se lo creía.

-¿De verdad?

-Si.

-No te creo.

-¿Porque no?

-Porque eres demasiado orgullosa cariño, y ese chico parece que también lo és, no creo que vuestra conversación haya acabado bien.- Joder, mi madre estaba en todo.

Tomé asiento a su lado y me bebí el café que Brenda me había preparado, ahora ya no tenia tantas ganas de comer. Moví la cuchara y removí el líquido marrón a desgana. Levantaba la chucara de la taza, la observaba y volvía a batir el café espumoso.

-No parece que tenga usted demasiada hambre, señorita Daniella.- hablo Patrick sentándose frente a mí.

-La verdad es que se me ha ido toda la que tenia. - Me levanté de la mesa - Voy a mi cuarto.

No esperé una respuesta y me fuí zigzagueando por los pasillos. Estaba cansada y ahora mismo no tenía ganas de nada.

Una vez en mi habitación me eché sobre la cama y me tumbé boca arriba. Tuve unos minutos de paz y tranquilidad hasta que oí un ruido extraño proveniente de mi ventana cerrada. Me acerqué lentamente, temiendo que fuera algún animal. Abrí la ventana y al levantar la vista me encontré al idiota de Joey tirando piedras.

-¿Que narices estás haciendo?

-Ahora mismo- Miró la piedrecita que tenia en la mano- Tirar piedras al balcón de mi vecina.

-Ja-Ja, muy gracioso- Dije irónica- Deja de hacer estupideces capullo .- Cuando me disponía a cerrar la ventana, él grito un rápido ¡Espera! y me giré de nuevo hacia él.

-¿Que quieres ahora?

-Te has ido sin pedirme disculpas de buena manera- Hizo un puchero fingido.

- Si hay alguien aquí que debería disculparse ese eres tú.

-¿Yo?- Mostró una estúpida sonrisa torcida.

-Sí, sobretodo a tus padres por haber tenido que aguantar a semejante hijo.

-Si me hablara con mis padres se lo diría.- Mierda, la había cagado, aunque a él no parecía importarle en absoluto el no hablarse con sus padres.

-No era mi intención ofenderte.

-¿Eso que oigo es una disculpa?- Preguntó gracioso.

-Hay gente que sabe disculparse, no como otros.- Le miré de arriba a abajo con desprecio.

Él me miró con una sonrisa traviesa en el rostro. Me escaneó de arriba a abajo, y finalmente se fijó en mis ojos, mis azulados ojos, sentí el calor en mis mejillas, odiaba que la gente se detuviera a observarme de esa manera, sobre todo si era alguién como Joey. Tenía claro que no debía juntarme con él por mi própio bien, pero cada vez que intentaba alejarme él se acerba más, y eso lo hacía imposible.

-Mira princesita, para que veas que sé disculparme te propongo una cosa, coje tu chaqueta y sal, te invito a comer por ahí, ¿que me dices?- Sus ojos atraparon los mios.

-¿Porqué iba a querer hacer yo eso?

-Porque te encanto.

-¡Já! Más quisieras tú. Eres un creido, y no me gustan los creidos.

PUEDES LLAMARME JOEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora