Prólogo: Donde todo comenzó

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Travis, 8 años.

Mamá me dio un beso en la mejilla y estoy seguro de que su labial rojo se quedó impregnado en ella, como una mancha carmesí con la forma de sus labios. Los copos de nieve caían sobre su cabello rubio platinado; las ondas del mismo, perfectamente peinado, como si hubiera salido del salón de belleza. Estaban perdiendo su forma por la nieve que caía sobre nuestras cabezas y sabía que a ella no le gustaba eso, pero estaba tan preocupada por mí que ni siquiera le tomó importancia. La amaba tanto por eso, aunque no se lo decía nunca.

Ella se puso de cuclillas hasta estar a mi altura y tomó mis mejillas con sus manos enfundadas en unos guantes de cuero, secó las lágrimas congeladas de mi rostro y me miró con ternura, como siempre lo hacía.

—Estarás bien, bebé, mami te esperará en casa con una rica cena.

—No quiero —dije sollozando.

—Es solo la escuela, haras muchos amigos.

—¿Y si no es así?

Ella no respondió a mi pregunta, nunca lo hacía cuando no sabía dar una respuesta correctamente.

—Escucha… —dijo, lentamente para que la entienda—. Es algo que debes hacer. ¿Crees que yo quiero dejar entrar a mi único hijo en ese lugar malvado y hostil llamado escuela? Pues no, no quiero.

Intenté no sonreír y ella se dio cuenta de mi lucha, así que sus hombros se relajaron.

—Es que… yo… —me aclaré la garganta, intentando borrar mi sonrisa—. Quiero ir a casa.

—Ya no podemos educarte en casa, amor, lo hablamos. Pero mira, si te quedas aquí, compraré por navidad el auto de juguete que querías, ¿de acuerdo?

En ese momento no lo entendía, no sabía porqué mi madre me iba a dejar en un lugar completamente desconocido cuando toda mi vida escolar había estudiado en casa. Odiaba a la gente, no me gustaba ni siquiera jugar con mis primos, ¿por qué me hacía eso?

Sin embargo, era mucho más inteligente que cualquier niño, incluso que cualquier adulto y ella lo sabía, por ende, yo también sabía que mamá no iba a dar su brazo a torcer, así que deje de insistir y solo lloré.

—Te amo, mi niño, entra y demuéstrales lo inteligente que eres —me dio otro beso en la frente y se enderezó antes de empujarme hacia la entrada suavemente.

Escuela Primaria "West Wood" decía en la entrada de la escuela. El parqueadero estaba repleto de autos y de padres despidiendo a sus hijos.

Volteé hacia mi madre, queriendo escapar de ese lugar, pero ella me despidió con su mano. Me enderecé de nuevo, limpié la humedad en mis mejillas —humedad que no sirvió para nada ya que no logré que mi madre de su brazo a torcer—, y seguí caminando, viendo a todos los niños bulliciosos entrar al edificio color ladrillo y gris.

Odiaba a los niños, a pesar de que yo era uno. Odiaba estar rodeado de gente, conversar con ellos. Amaba estudiar en casa, ¿por qué el psicólogo recomendó a mis padres que me inscriban a una escuela normal? No lo necesitaba. ¿Por qué no sólo me dejaban en paz?

Mis padres no me lo dijeron, pero escuché su conversación con el doctor.

«Es muy tímido y tranquilo para su edad.»

«Es muy joven para tener estas conductas.»

«Es un niño muy inteligente, apuesto a que si interactúa con otros niños, podrá desenvolverse más.»

Era basura. Pura basura. No necesitaba compartir con otros niños, ¿por qué no lo entendían? ¿No saben lo incómodo que las personas me hacen sentir?

Los pasillos de la escuela eran horribles y llenos de gente. Habían muchos niños gritando y corriendo por todo el lugar, grupos grandes y pequeños de infantes… solo me traía dolor de cabeza. Lo único que quería era gritar y salir corriendo pero no podía ni siquiera moverme de mi escondite. Ahí estaba yo, observando y analizando a los pequeños ignorantes correteando, golpeándose, chillando, mientras yo estaba parado en la esquina del pasillo, estudiando, analizando una estrategia que podrá hacerme sobrevivir los próximos diez años de mi vida…

Hasta que una niña chocó contra mí e hizo que me caiga. Ella también cayó al piso, su trasero golpeando el suelo y exclamó un sonido de dolor.

—¡Oye! —me reclamó cuando me puse de pie y tomé mi mochila antes de limpiar el polvo con la mano.

—Ten más cuidado —le dije y extendí mi mano para ayudarla a ponerse de pie.

Hizo caso omiso y se paro por si misma.

—¿Qué dijiste? Habla más duro.

—Qué tengas más cuidado.

Ella me miró con sus ojos cafés, completamente indignada.

—¡Y tu no te quedes parado ahí como menso! —gritó y la campana sonó.

—¿Disculpa?

—Estamos tarde —se lamenta—. Oye, ¿a que clase vas?

—A la 5B.

—En serio que hablas muy bajo —una pequeña sonrisa apareció en sus labios. No era de burla, pero tampoco supe cómo interpretarla.

—En la 5B —exclamé más alto, casi gritando y ella sonrió.

—Que bien, yo también voy a esa clase.

Me sorprendí cuando entrelazó su brazo con el mío y empezamos a caminar hacia la clase. Bueno, ella empezó a caminar mientras yo era arrastrado por esa niña.

»Ah, y por cierto, si quieres mi perdón, tendrás que invitarme algo de la cafetería hoy.

—¿Qué?

Ella no me escuchó, solo me llevo a la clase e hizo que me sentara a su lado.

—Mi nombre es Jane —habló en un susurro cuando nos sentamos y el maestro entró a la clase—. Jane Beatle. Y seré tu mejor amiga.

—¿Hum? —pregunté confundido.

¿Mejor amiga? ¿De qué estaba hablando?

—Es lo menos que me debes por hacer golpear mi trasero contra el piso. ¿Como te llamas?

Tra-Travis Stone —susurré también.

Ella rió.

—Te lo preguntaré de nuevo más tarde, en serio hablas muy bajo.

Se enderezó en su asiento así, sin más y esperó hasta que terminara la clase para preguntar mi nombre.

Ese fue el día donde todo comenzó, tu infantil humor y torpeza capturando mis sentidos. Básicamente me obligaste a ser tu mejor amigo, pero se podría decir que te amé desde ese momento...

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Mi Mejor Amigo (AD #1) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora