Bite

454 91 32
                                    

Polnareff, su hermana y el tal Advol.

Tres personas tenían la llave de su departamento y una de esas robó su tarta.

Para algunos sería una tontería alterarse por una tarta que costaba menos de lo realmente valía pero según todos esos asesinatos que aprendió en Documentales, nunca deberías confiar en nadie.

Anotó en su lista mental comprar un cartón de leche, otra tarta, un candado y algún arma, no sería tan necesario lo último pues era un tipo enorme, infringía miedo con solo su mirada.

ㅡ¡Oh Jotaro, ahí estás! ㅡ La nada melodiosa voz de Polnareff lo recibió al salir del apartamentoㅡ me ahorraste tener que tocar, ¿Cómo la pasaste anoche?

ㅡ Alguien se robó mi tarta.

ㅡ Que expresivo eres, ehㅡ el joven francés era la persona con más paciencia, luego de su madre. ㅡ ¿No notaste nada raro?

No le había gustado ese tonito sospechoso, algo iba mal, llegaría al fondo del asunto.

ㅡ ¿Raro, de qué forma? ㅡ se acercó a confrontarlo usando su aura de peligro para su favor.

ㅡ Bueno, algo un poco fantasmalㅡ susurró lo último como sí alguien más pudiese escucharlo. ㅡ Mira, no lo escuchaste de mí pero siempre que alguien intenta rentar ese departamento, suceden cosas extrañas, no hablo de una tarta desaparecida, me refiero a que las cosas se levantan, las chapas explotan en pedazos y lo más aterrador es que quedan huellas en las ventanas de administración, como sí alguien estuviera observando. ㅡPolnareff sonaba verdaderamente asustado.

ㅡ Sí es una puta broma inventa algo mejor, ya eh estado poseído por "espíritus Malignos" antes, ahórrate tu mierdaㅡ al bajar las escaleras lo hizo con un poco de miedo, no por el francés, claro está, sino por los Fantasmas.

Cuando Jotaro tenía 17 se presentó ante él un gigante morado que por más que corrió, siempre estaba atrás suyo, nunca pudo probarlo a nadie así que calló, teniendo miedo de ser juzgado cuál loco.

En la actualidad, su espíritu maligno ya no estaba siempre, sólo lo veía en ocasiones y para ser sincero le aterraba la idea que lo pudiera atacar.

El recibidor del edificio era frío, un aura triste siempre estaba rondando, no podía más que pensar en la familiaridad que sentía, le hacía pensar en su casa, era casi acogedor.

Un joven pelirrojo al cuál no había visto nunca estaba ahí, degustando una tarta de cerezas idéntica a la que había desaparecido en la mañana.

No era posible que él fuera el ladrón, ni siquiera lo conocía, menos podría entrar al departamento pero por cualquier duda, se acercó a hablarle.

ㅡ Oye tú, ¿Dónde la compraste? ㅡ su voz sonó tan tosca que casi parecía acusarlo de algo, algo de lo cual era culpable.

ㅡ Antes que nada, buenos díasㅡ el desconocido volteó a verlo sin levantarse de la silla donde su suponía que tendría que estar Polnareff haciendo guardia.

ㅡ Buenos días, responde. ㅡ

ㅡ Un amigo la compró ayer, no sé dónde pero estoy seguro de que debió ser por aquí cerca o muy lejosㅡ eso sólo lo confundió pero ahora sabía que él no era el ladrón.

Volteó a ver al chico de forma detenida, prestando atención a su porte, le calculaba a lo mucho, uno con ochenta centímetros, era delgado pero lo suficientemente fuerte para aguantar una pelea, sus rasgos eran delicados, su cabello pelirrojo y de lo que podría pensar, era sin duda un extranjero.

Un extranjero demasiado bello como para ser de algún planeta conocido.

ㅡPerdón, alguien me robó una tarta como la que está comiendo, me disculpo por mi comportamientoㅡ Jotaro no supo de dónde salieron esas palabras, él no quería pedir perdón, sólo quería que el chico no lo odiase.

ㅡNo hay problema, soy Noriaki Kakyoin, un gustoㅡ le tendió la mano, era suave pero sentía cicatrices, lindo.

ㅡ Yo soy Jotaro Kujo, acabo de mudarme al departamento de arribaㅡ.

ㅡ¿El embrujado? ㅡ quién diría que alguien tan lindo podría ser así de crédulo.

ㅡ No creo en los fantasmasㅡ.

ㅡ¿Hay alguna razón? A mí en lo personal me fascina imaginar que hay una segunda oportunidadㅡ.

ㅡSe debe ser un idiota para mantenerse en un lugar ya estando muerto, sí los fantasmas son reales, son los mayores imbéciles que podría haberㅡ la cara del más joven se desfiguró en un gesto un tanto triste.

ㅡSupongo; me retiro, tengo que ir a hacer algoㅡ

Kakyoin huyó como si estuviera en inminente peligro, era un chico tan hermoso como misterioso, eso le daba una intriga que no tenía desde que estaba en prescolar, queriendo descubrir los fondos del mar.

Su visita a la tienda fue tan rápida que no pasaron ni quince minutos, ya sé sentía más seguro ahora que tenía su precioso candado, Polnareff por fin cumplía sus labores, ya estaba sentado.

ㅡ Eh Jotaro, no te vi salirㅡ.

ㅡ No estabas aquí, supongo que tu amigo Kakyoin te cubríaㅡ sintió un poco de recelo al no poder llamar también amigo al pelirrojo.

ㅡ¿Quién? ㅡ Polnareff le preguntó extrañado, menudo idiota era sí pensaba que podía bromear con él.

ㅡOlvídaloㅡ.

Abrió la puerta de su casa, todo estaba como lo dejó. Un desastre masivo sin duda.

Preparado para comerse por fin su tarta, Jotaro jaló la silla pero al momento de sentarse solo dio un golpe seco contra el piso, como sí la hubieran jalado.

ㅡ¿Qué mierda pasa ahora? ㅡ Jotaro sobó su cabeza con dolor, revisó sí la silla tenía ruedas o algo que pudiera alejarla pero era una silla común de plástico.

Haciendo acto de levantar su cuerpo y sentarse, Jotaro contempló un detalle del pedazo frente a él.

Una mordida.

Su tarta tenía una mordida.

Antes de salir de la tienda la había revisado, estaba en perfectas condiciones e incluso sellada.

Entonces, sólo entonces, Jotaro temió al Fantasma del Departamento del Tanque.

El Departamento del Tanque Roto • JotaKakTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang