•Tercer Pensamiento•

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Tenía solo quince años cuando conocí a Jonathan Joestar, era de esos chicos que admiran desde lejos por su popularidad, yo no era exactamente un chico muy prometedor.

Mi padre era un hombre japonés que en sus vacaciones conoció a una duquesa, se casaron de manera apresurada y más apresurados aún, me tuvieron.

Nací y crecí en Tokio hasta los diez años, debido a problemas en el país, regresamos a la casa de mi madre en Reino Unido.

Era tan magnífica la diferencia de culturas que me era imposible no quedarme maravillado ante la moda, el lenguaje, los modales, tantas cosas que parecían de otro universo.

En el club de pelea había un nuevo miembro, un tal Dio Brando, Joestar políticamente hablando.

Conforme su llegada, Jonathan dejó de ser la estrella más brillante en el cielo, o eso parecía.

ㅡ¿Te molesta sí me siento? ㅡ No podía creerlo, ¡Jonathan Joestar me dirigía la palabra!

ㅡNo hay problema señor Joestarㅡ yo no era nada comparado a Jonathan, hablarle de usted era lo apropiado.

ㅡ Deja eso, dime Jonathan, sólo tenemos unos años de diferenciaㅡ no había notado lo grande que era hasta verlo a mi lado.

ㅡEn realidad, eres dos años mayor que yo, Jonathanㅡ así comenzó una plática que nunca olvidaría.

ㅡ No me has dicho tu nombre, pelirrojoㅡ Jonathan decía que mi color de cabello era inusual cuando él lo tenía azul rey.

ㅡ Kakyoin Noriakiㅡ.

ㅡQué raro nombre, Kakyoinㅡ

ㅡ Es mi apellido en realidad, mi nombre es Noriakiㅡ tras explicarle cómo funcionaban los nombres y apellidos en Asia, me quedó mi apellido.

Los días de verano pasaron sin amargura, me dolieron tanto las golpizas de Dio con tal de alejarme de Jonathan pero cada golpe lo valía, era espléndido tener un amigo por fin.

A veces pienso que sí Jonathan se hubiera enterado de los golpes, me podría haber ayudado.

Jonathan no poseía Stand pero me creía cada palabra, nunca me tachó de loco o mentiroso, era lo que cualquier persona necesitaba en su vida.

Un día de esos conocimos a Erina, pensé que sería desplazado pero ella me adjuntó como un hermano pequeño, era cálida y amable, me gustaba divagar imaginando que era mi madre.

En cuanto Dio y Jonathan llegaron a una tregua tras una pelea física debido a Erina, las golpizas desaparecieron finalmente.

Erina, Jonathan y yo, qué días más perfectos los de aquellos tiempos, cuando éramos una familia pequeña, rara, pero una familia.

Maldito fue el momento en que Dio envenenó al padre de Jonathan, así le pagaba al hombre que le salvó la vida el muy maldito, tras ir a la zona más peligrosa de la Ciudad, conocimos a un buen hombre, Robert Speedwagon.

Aunque ahora teníamos a un aliado de nuestra parte, no era suficiente, teníamos que hacer más pero fue muy tarde puesto que el poder que la máscara de piedra encerraba era algo que marcaría nuestras vidas.

La hora final del señor Joestar llegó a manos de Dio, que se transformó en vampiro frente a nuestros ojos.

Tuvimos que entrenarnos en lo que era el Hamon, nunca lo dominé muy bien pero logré algo, podía concentrarlo en Hierophant Green.

A nuestra travesía se unió el señor William Zeppeli, un italiano que tras toparse con Dio en el camino, su familia fue asesinada, quedando solo su hijo, el cuál era un hombre que se encontraba muy lejos para ese entonces.

Ya con mis dieciocho años logramos por fin ubicar a Dio, se escondía en El Cairo, Egipto.

Nuestro viaje a Egipto fue relativamente largo pues tuvimos que ir en autos, que para la época eran lentos, no nos topamos con muchas cosas más que con uno que otro vampiro o zombie.

En la batalla final contra Dio, Jonathan estaba a punto de morir, con su vena carótida entre los dedos del vampiro y sus heridas, era más que obvio el resultado de la batalla.

No podíamos esperar al sol por más tiempo, así que usé mi último recurso, concentré todo lo que pude de mi Hamon sobre mi Stand para sostener a Dio.

Nos creímos victoriosos al ver a Dio morir ante lo que era mi Hamon, eso creímos.

ㅡNo eres el único con un amigo Kakyoin, ¡The World! ㅡ Con lo poco que quedaba de su vida, Dio me atravesó.

Mi cuerpo salió disparado ante el impacto, golpeé finalmente con un tanque de agua de un edificio barato.

Ante mis ojos, Jonathan Joestar lloraba gritando mi nombre, rogando porque mi muerte no llegará.

Los rayos del Sol me llenaban, me sentía en paz pero no quería morir, entre los gritos de Jonathan y el correr del agua, poco a poco sentí mi vida irse.

En los periódicos se anunció que encontraron mi cuerpo pero nadie pasó a reconocerme, terminé enterrado junto a prostitutas asesinadas y ladrones.

Ironía la mía cuando enterré al señor Zeppeli días antes, el señor Speedwagon me hizo una promesa que no me dejaría descansar jamás.

ㅡDisculpe Señor Speedwagon, ¿Le puedo pedir un favor?

ㅡDime muchacho.

ㅡSí llegó a morir, por favor, lleve mi cadáver junto a mi madre, de lo contrario, nunca podré descansar en pazㅡ atónito por mis palabras, Speedwagon me prometió que así sería.

Yo nunca podré descansar en paz.

El Departamento del Tanque Roto • JotaKakOnde histórias criam vida. Descubra agora