🎸Capítulo Cinco

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Su presencia se había vuelto una constante en mi vida, y recordar cómo nos llegó a acompañar en cada una de las festividades de los últimos dos años era desgarrador. Incluso papá le pedía ayuda en la parrilla cuando hacia carne asada con sus amigos. Ni a mí me pedía hacerlo. Dejando de lado el hecho de que fue mi novio, primero fue un buen amigo y echaba de menos pasar tiempo con él. Esbocé una sonrisa amarga y me seguí limpiando las lágrimas. Tenía que detenerme antes de que alguien me viese y terminara siendo la burla de todos. 

Mi mirada se levantó de golpe cuando se escucharon unos chillidos de emoción a lo lejos. Saque el walkman y los audífonos diadema de la mochila para no tener que escuchar a nadie. Presione el botón de play sin vacilación alguna. Un grupo de estudiantes tenían rodeado a aquel chico y, cuando pase por su lado, nuestras miradas se encontraron por una fracción de segundos. ¿Eran imaginaciones mías o parecía que la escena había pasado en cámara lenta? Fui la primera en apartar la mirada y seguir mi camino. No tenía tiempo para esas tonterías.  

***

Mis pies se arrastraban como si fuesen de plomo al subir por los escalones del porche. Di una mirada fugaz a la casa de los Gleeson al ver luces encendidas en la parte inferior antes de entrar por la puerta de la mía y dejar la patineta recargada a un lado.

Escuché ruido proviniendo de la cocina, así que me dirigí hasta ahí encontrando a mamá lavando la vajilla. Un mandil verde con girasoles salpicadas por todos lados envolvía su cintura y cuello. Las mangas de su Jersey azul cielo estaban recogidas hasta sus codos para no mojarlas y el cabello castaño caía como cascada sobre su espalda en rizos no tan definidos. Me acerque lentamente, sin hacer mucho ruido, aunque sabía que ella era consiente de mi presencia. Estaba segura que me escucho entrar al cerrar la puerta tras de mí.

Me retire los audífonos y pause la música. 

—Ya casi no te vemos por aquí —murmuró—. Tu padre empieza a dudar si en verdad tenemos una hija. a

Dejé caer la mochila al suelo mientras me sentaba en una de las sillas del comedor y recargaba mi codo en la mesa buscando descansar mi cabeza sobre mi mano. 

—Si te dieses la vuelta lo harías. 

—¿Estás asistiendo a tus citas? —indagó curiosa.

Se dio la vuelta para verme, y noté las media lunas oscuras en sus parpados inferiores. Estuve a punto de cerrar los ojos por lo terriblemente culpable que me sentí al ser consciente que parte de su cansancio era debido a mí. No se lo merecía, una hija que le diera tantos problemas como yo, pero ¿acaso existía una posibilidad de volver en el tiempo? Porque me gustaría evitar unos cuantos errores que cometí, y las personas que lastimé a causa de ellos.

Bajé la mirada con vergüenza y empecé a raspar una de mis uñas sobre otra para eliminar el esmalte que ya comenzaba a borrarse. A mamá le molestaba que las anduviese de ese modo, decía que era muy descuidada con mi persona. No lo era, simplemente me daba mucha pereza despintarlas del todo. Ella se aclaró la voz recordándome de su presencia y la preguntaba que me había realizado. 

—Sí, puedes llamar a la escuela —murmuré. Mentira no era, había asistido a la primera el día de hoy y con esa bastaba para que el Saltzman le dijera que sí. 

Asintió con su cabeza.

—¿Quieres cenar? 

—No, ya subiré a mi habitación. 

—Está bien. —Seco sus manos con un trapo antes de quitarse el mandil. —Dejaré un plato en el microondas por si más tarde te da hambre.

—Gracias. 

No necesitaba levantar la mirada de mis uñas para saber que ella se estaba acercando y reclinándose en el respaldo. Eso solo significaba una cosa: tenía planeado alargar la conversación. 

—Destiny.

—¿Mhm? —emití. 

—Hemos estado hablando... —Me tensé por un instante y la interrumpí antes que de terminará. 

—¿Quiénes? —indagué curiosa.

—Tu padre y yo. 

Me relajé un poco. 

No era una sorpresa que fuese uno de sus muchos temas de conversación. 

Sinceramente ya me había cansado de esperar que algún día al llegar a casa me dieran la noticia de que nos íbamos de este maldito lugar. Entendía la parte de que no era fácil mudarse y adaptarse a otro lugar. Sin mencionar que ellos tendrían que buscar nuevos trabajos. No me quedaba de otra que esperar a terminar el año y asistir a la universidad. Ese sería mi boleto de salida y cumplir dieciocho años un bonus. 

—¿Sobre qué? —murmuré. 

—No puedes seguir así.  

Fingí inocencia ladeando la cabeza.

—Ya te expliqué por qué no me las despinto.

—Sabes que no me refiero a eso. Te levantas temprano para ir a la escuela y no vuelves hasta tarde. Solo usas la casa para dormir y no nos cuentas nada de tu vida.

Me recliné en la silla hacia atrás y comencé a balancearme. 

—No hay nada que contar. 

—Destiny, eso arruina las patas de la silla —reprendió, y tuve que detenerme. 

Inflé mis mofletes en molestia, y luego solté el aire reprimido. 

—¿Sabes? Creo que me iré a dormir. 

Me levanté antes de que siguiera, y luego de tomar mis cosas subí corriendo las escaleras. No me detuve en su habitación. La verdad prefería evitar que mi padre también quisiera hablar conmigo. Tras cerrar la puerta y aventar mi mochila a un extremo de la habitación me tire sobre la alfombra.

No me gustaba el silencio. Era como una invitación no deseada a pensamientos y recuerdos no deseados. Tenía una extraña necesidad por querer llenarlos siempre con música. Deslice los audífonos por mi cabeza y presione el botón de play.

Hoy me sentía más cansada de lo normal debido a que me hayan arrinconado con preguntas. ¿Qué tenía decir para que me dejaran en paz? Lo único que pedía era espacio y estar sola. ¿Tanto les costaba entender eso? Deseaba que respetaran mi tiempo y espacio. Si tan solo no me hablaran y trataran de la forma en que lo hacen todo sería diferente. No quería ser una malagradecida con la ayuda que me habían ofrecido hasta el momento, pero no era esa la que buscaba, en la que se dedican a escarbar.

¿No era como si estuvieran en primera fila para ver tus debilidades? Tendrían más oportunidades de ver lo vulnerable que era. Prefería tener todo dónde estaba y, en lo que a mí respectaba, era mejor que siguieran ciegos a ciertos temas.

Mis ojos se posaron en las cortinas grises corridas de mi ventana. Sin muchos ánimos me erguí para dirigirme hasta ella y, antes de correrlas de un solo movimiento, divisé la luz de una lámpara alumbrar la habitación. Me quedé quieta por un instante con las manos aferrándome a la tela al percatarme de la silueta que se paseaba por la pieza. Tenía un brazo flexionado y una mano a la altura de su oído. No necesitaba ver su rostro para saber que se trataba de él.  La música le daba un tono más teatral a la escena y esbocé una sonrisa divertida. Era como presenciar un videoclip de los que subían los artistas a la plataforma de YouTube.

Sin embargo, la borré cuando noté que aventó el celular y apago la lámpara de la mesita de noche. Mitchel se detuvo y, no podría explicarlo, pero sentía que estaba viendo hacia mi dirección. Así que corrí las cortinas con el corazón latiéndome desbocadamente por haber sido atrapada. Hoy logré escaparme de él, pero no estaba tan segura de que los demás días lo haría.

No olvides mi voz Where stories live. Discover now