Capitulo 50: Cae en su cauce

En başından başla
                                    

— Lamento no poder ser de más ayuda señora.

— No se preocupe.

— La señora Fitzgerald es de Dinamarca. Quizá allá la encuentre.

Me veía ya montada en un viaje relámpago de camino a Dinamarca sin saber si realmente estaba allí. Pero algo en mi corazón me gritaba que ella estaba en Dinamarca. Jamás había sentido la necesidad de encontrar a alguien como la tenía en aquel momento. Me estuve martirizando todo el jodido viaje pensando e imaginando cosas terribles. Al llegar a Dinamarca estaba como una aguja en un pajar. La única pista que tenía era que estaba en la ciudad donde ella vivía. Busqué el primer hotel a mi camino y al llegar a la habitación me preparé mentalmente para escuchar un sermón de parte de Nathaniel una vez lo llamara. Tenía como veinte mensajes y llamadas perdidas. Cuando le dijera que estaba en Dinamarca creo que volaría acá solo para matarme.

— ¿Joder Catalaia donde estas? Te he llamado todo el día. Me tienes preocupado, por que no has llegado a la casa.

Guiñe los ojos y despegue un poco el teléfono del oído porque lo que vendría sería gritos seguramente.

— Amor..., a ver cómo te explico

— Explicarme que

— Eh..., pues estoy en Copenhaguen

— ¿Que? ¡Qué demonios haces tú en Dinamarca! ¿Pero estás loca? Nathan te necesita no te puedes ir así por impulsos.

— He dejado suficiente leche para Nathan para un día. Estaré de regreso mañana y podré amamantarlo sin ningún problema. Porfis no me regañes.

— Estas loca, dime qué haces allá Catalaia.

Caminaba de lado a lado nerviosa, con un dolor de cabeza horrible y con la culpa bailando tango sobre mi corazón. Es que en ocasiones podía llegar a ser además de impulsiva, bruta como efecto colateral.

— Leí la carta de Ellen. Se fue..., se despidió y se fue de Londres. Lo único que se me ocurrió fue venir aquí. Si tengo suerte, la encontraré e intentaré regresar con ella a Londres. Si quieres peleas después pero ahora necesito que me envíes la dirección de Ellen en Copenhagen.

Nathaniel estaba muy enojado, y eso me costaría una vez llegara a Londres. Me tendría al menos una semana con la ley de hielo o calentándome el sistema para luego dejarme ahí toda caliente con el coño mojado. Nathaniel podía ser algo rencoroso cuando se lo proponia pero tenía fe en que esta fuera la excepción. Tomé un taxi y me dirigí a la dirección que Nathaniel me envío y le pedí a Dios con todas mis fuerzas que allí estuviera Ellen. Al llegar a la dirección estaba frente a una hermosa casa de campo rústica y acogedora aunque era enorme. Subí unos escalones hasta la puerta principal y antes de tocar me percaté de que estaba sin seguro la puerta. Entre sigilosa y era evidente que la casa era de Ellen. Había plantas por todas partes y todo aquello parecía un hermoso jardín. Escuché unas voces algo lejanas y siguiéndolas llegue a un pequeño invernadero donde estaba ella hablando con la encargada del aseo a espaldas. No entendía nada de lo que decían, hablaba en danés pero por lo que podía ver, se estaba instalando. Al verla me llene de emoción y mis ojos de lágrimas. Di unos cuantos pasos y mi voz casi inexistente sonó.

— Mamá...

Ellen se volteó y al verme el jarrón con flores que tenía en las manos cayó al suelo. Se quedó inmóvil y sus ojos estaban sollozos. Me acerqué a ella y rogando que me perdonara dije entre lágrimas apenadas y llenas de vergüenza.

— Soy una estupida, me preocupé solo por mi dolor sin pensar en que el tuyo era mucho peor. Se que dije cosas horribles, que yo misma te pedí que te fueras pero por favor regresa. No es cierto que no te necesite, te necesito y mucho. Eres siempre lo que anhele tener y ahora que sé quién eres, quiero saber que se siente tener una mamá.

Catarsis Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin