Juliana Valdés era una chica soñadora, acababa de llegar con su madre y su hermano a Los Ángeles. Como ellos eran inmigrantes recién llegados, se quedaban en casa de la tía de Juliana, una mujer conservadora que amaba recordarles que vivían ahí solo...
Abrí mis ojos lentamente, pero no podía ver nada más que no fuese ella... Todo era ella y en mis sueños lograba volver... Volver a mi hogar, a mi casa, y todo se reasumía a sus brazos.
Sentí como me arrojaron al suelo duro y después una puerta se cerró. En los instantes siguientes solo podía escuchar silencio y oscuridad. Pasaron segundos que parecían horas, hasta que pude sentir el movimiento y era muy claro que me encontraba en un avión.
Mierda, nos estaban llevando a otro país.
Logre pasar la mano por mi cuerpo y quitarme la capucha que cubría mi rostro. Comencé a analizar todo y me di cuenta que Eva, León y yo estábamos en la zona de cargas de un avión. Me arrastre hasta mi hermana y le quite la capucha del rostro e hice lo mismo con León. Volví a acercarme a mi hermana que lloraba inconsolablemente.
—Cálmate Eva. No llores.
—Vale, nos vamos a morir. Después de todo, después de que estaba viviendo la mejor etapa de mi vida. Y tú, tu solo tienes 21 años. Tienes tanto por vivir. No puedo creer lo que nos está pasando.
Miré a León.
— ¿Tu planeaste todo esto?
—No, juro que no. En verdad salí con una mujer en Bogotá hace un tiempo, pero no tenía la menor idea que era la mujer de un bandido.
—Tú mejor que nadie sabe cómo son las cosas en Bogotá. Pero no puedes ser un ser humano normal al menos un día de tu vida.
—No quería arrastrarlas a algo así Valentina, créeme. Pero ya está hecho, así que no sirve de nada que nos pongamos a discutir.
Volví a mirar a mi hermana y el temor que había en sus ojos se me clavo en el pecho.
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