48. Un joven con reservas

167 22 4
                                    


Marco estaba recostado en la cama, con el pecho contra el colchón, y durmiendo plácidamente mientras yo me encargaba de ordenar las prendas que habíamos dejado caer en cualquier parte la noche anterior. Era la tercera vez que nos quedábamos juntos en su cuarto de hotel y, al igual que la primera, yo despertaba antes que él y me ocupaba de hacer lo posible por mantener el cuarto ordenado.

Esa mañana se me ocurrió recoger la ropa y dejarla pulcramente doblada al interior del armario vacío, pues él no había desempacado en verdad, todas sus cosas seguían guardadas en su maleta. Dejé su valija junto al armario y cuando me disponía a volver a la cama escuché el inconfundible sonido que emitía un teléfono móvil al vibrar.

Por instinto me llevé las manos al lugar donde deberían estar mis bolsillos, pero me encontré con que tan sólo llevaba la ropa interior. Bufé ante mi idiotez y luego tomé mis pantalones en busca del aparato, el cual no vibraba. Lancé mi móvil sobre mi ropa y al seguir las insistentes vibraciones encontré el teléfono de Marco sobre la alfombra, junto a la cama.

La pantalla del teléfono estaba encendida y por un segundo alcancé a leer "Papá. Llamando..." antes de que cortara; y cuando lo hizo no sólo apareció el mensaje de que se había perdido una llamada, sino que también otro curioso texto de Laura que decía "No los escuches"

Fruncí el ceño alejando mis ojos del teléfono y fue inevitable que mis pensamientos se fueran a lugares extraños y probablemente engañosos. Laura era su hermana mayor, lo sabía; pero no sabía lo suficiente de su relación con ella como para sacar conclusiones basándome en una frase tan corta. Sin embargo...

Por el rabillo del ojo vi que el cuerpo de Marco se movía lentamente en la cama, como desperezándose luego del descanso. Me senté junto a él y le acaricié la cabeza con suavidad mientras él enterraba la cara en la almohada, negándose a despertar.

-Oye.- lo llamé tratando de apartarle el cabello del rostro.

Se quejó audiblemente, pero ya era demasiado tarde, estaba despierto. Con un suspiro resignado se volteó hasta quedar sobre su espalda, restregándose los ojos con delicadeza y aguantando un bostezo. Se irguió hasta que sus ojos estuvieron a la altura de los míos y, sin abrirlos realmente, me rodeó la cintura con los brazos y apoyó su cabeza en mi hombro.

-No hables.- dijo, su voz ligeramente áspera.

-No lo...- comencé a decir entretenido, pero su siguiente acción me interrumpió.

Ciñó sus brazos alrededor de mi cuerpo y apenas tuve tiempo de resistirme, pues no esperé que me hiciera caer de espalda en medio de la cama. Cuando me tuvo donde quiso me rodeó la cadera con una de sus piernas y el cuello con su brazo, luego se acomodó hasta estar satisfecho y ahí se quedó; acurrucado contra mí.

Por alguna razón aún me sorprendía que los dos fuéramos lo suficientemente fuertes como para poner al otro en la posición que quisiera, aún me sorprendía el peso de su cuerpo y cómo se sentía contra el mío. Era bueno, era diferente y me gustaba.

-No puedes quedarte así toda la mañana.- dije dándole unas palmaditas en la pierna.

-Podría quedarme así todo el día.- respondió.

-Eso no es productivo.- reí.

-¿Quieres hacer algo productivo?- preguntó deslizando su mano bajo mi ombligo.

Me cubrí el rostro con el antebrazo y mordí el interior de mi mejilla mientras me acariciaba con pereza. Fue tan suave y corto que bien pudo haber sido una mano imaginaria y no la suya; como si nada hubiera pasado en realidad.

La Primera RupturaWhere stories live. Discover now