41. Como lo concretamos

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Lo mejor del edificio en el cual se encontraba el departamento de Marco era que los pasillos tenían grandes ventanales desde los cuales se veía la ciudad y unos cómodos sillones grises. Esto era genial porque llevaba alrededor de diez minutos en su piso y aún no me atrevía a tocar el timbre de su departamento.

Contemplé el exterior sin que nada se atravesara realmente por mi cabeza, tan sólo necesitaba un poco de tiempo para deshacerme de la tensión en mis músculos y la sensación de vacío que sentía en el estomago. Respiré hondo mientras estiraba mis brazos y luego dejé que mi cabeza descansara en el respaldo del sillón, mi reflejo distorsionado se observaba en la brillante cerámica oscura.

Sentí que mi teléfono móvil vibraba en mi bolsillo y al ver el nombre de Alice en la pantalla lo único que atiné a hacer fue lanzarlo al otro lado del sillón. Me cubrí el rostro con una mano y otra vez traté de nivelar mi respiración, porque no podía evitar sentir el desequilibrio acercarse cada vez que algo me la recordaba.

Habían pasado cerca de cinco días desde que le había dicho que lo nuestro ya no daba para más, pero en rigor la ultima vez que hablé con ella fue hace tan sólo unas horas. Alice no era de las que se alejaban sin al menos intentarlo, por lo que en verdad no me sorprendió que comenzara a aparecerse en mi residencia tratando de hablar conmigo o que me llamara constantemente.

Estaba seguro de que el problema no era que ella no entendiera lo que le estaba pidiendo, es decir, que me dejara en paz; lo que sucedía era que aún no lograba aceptarlo por completo. Me quería convencer de reconsiderar mi decisión y no estaba dando señales de rendirse pronto.

Todo ese asunto con ella combinado con los exámenes de fin de año habían hecho que no pudiera ver a Marco, lo que a su vez implicaba que no habíamos hablado demasiado. Alice seguía manteniendome alejado de él y yo no sabía qué hacer.

"Ir a verlo..." me había dicho Ben, y como siempre seguí su consejo.

Pero allí estaba, atormentándome por el sonido de mi teléfono móvil y no atreviéndome a llamar a su puerta. Quería moverme, quizás correr hasta quedarme sin aliento para concentrarme en el cansancio y no en esto.

Agarré mi móvil de mala gana y me lo eché en el bolsillo mientras me ponía de pie, pues me aproveché de la frustración del momento y las ganas de moverme. Fui hasta la puerta y toqué el timbre dos veces, esperé impaciente y con una extraña sensación recorriendome la espalda.

La puerta se abrió casi al instante y me relajé enseguida al ver a su prima, Carla. Recordé que cuando la conocí estaba enferma, pero hoy se veía realmente bien y por su atuendo supuse que estaba a punto de salir a algún lugar.

-Eres tú.- dijo arrugando la nariz.

-Sí... hola.- contesté.-Lo siento, quizás debí llamar antes de venir.- reconsideré.

Carla se cruzó de brazos y me examinó cuidadosamente. Por la forma en la que se paraba en el umbral de la puerta supuse que no tenía intenciones de dejarme entrar aún, cosa que en realidad no me sorprendió en lo más mínimo. Si lo pensaba, era muy probable que Marco le hubiera contado todo y que a ella no le gustara lo que escuchó.

Lo pensé por un rato y llegué a la conclusión de que yo tampoco querría que alguno de mis amigos o mi hermana comenzara a salir con alguien con mis circunstancias... Tendría que ganarme su confianza, ya lo veía venir.

-Mira, no soy la madre de Marco y sé que sólo puedo opinar, pero si alguna vez...-

-¿Qué estás haciendo?- la interrumpió su primo.

La Primera RupturaWhere stories live. Discover now