10. No está bajo control

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Nunca en mi vida había estado tan feliz de que fuera viernes, pues estaba decidido a no hacer absolutamente nada y solo quedarme echado en mi habitación escuchando música y leyendo. Ese era el mejor panorama en el que podía pensar por el momento y en realidad no tenía ganas de poner a andar mi imaginación.

Acababa de volver de mi clase, eran alrededor de las siete de la tarde y la residencia estaba completamente vacía, como todos los viernes. La Sra. Mari era muy estricta con respecto a las fiestas o a las "reuniones de amigos" así que la mayoría prefería salir a pasarla bien a otra parte, porque nadie quería romper o ensuciar algo de casualidad y luego lidiar con los sermones de nuestra casera cuando venía a inspeccionar su casa.

Lancé mi mochila a los pies de mi cama y luego abrí mi ventana, pero en vez de echarme sobre el colchón decidí quedarme apoyado en el alfeizar observando la calle un rato. Ya habían pasado unos tres meses desde el inicio del semestre y el clima se estaba enfriando cada vez más, por lo que las hojas de los arboles estaban cambiando de color y cayendo sobre el pavimento.

Un hombre de unos cuarenta años paseaba a su perro por la acera y un automóvil estaba saliendo de una de las casas de enfrente. No había mucha acción, lo que era completamente normal considerando que se trataba de un barrio silencioso y aburrido. Era por esto mismo que en nuestra residencia nunca nadie se atrevía a hacer fiestas, los vecinos llamaban a la policía enseguida si la música se llegaba a escuchar un poco en sus casas.

Respiré hondo y luego solté el aire, tomé el borde de la ventana para cerrarla un poco, pero entonces vi una figura aparecer desde la esquina y doblar en dirección a la residencia. Me quedé observando con el cerebro apagado por unos segundos, mirando la forma en la que Victoria avanzaba con lentitud hacia nuestra puerta.

Cerré la ventana y tomé mi teléfono móvil con rapidez.

-¡Hola!- exclamó la dulce voz de mi amiga.

-Te necesito, ahora ya.- dije.-Olvidé por completo que Ben le dijo a Victoria que podía venir a vernos, porque la vio triste y no sé... ¿te contó?- pregunté apresurado.

Sostenía el teléfono cerca de mi oído con el hombro mientras que con mi mano trataba de ordenar un poco mi escritorio, fui a cerrar mi armario y en el camino recogí algunas prendas. Este había sido un mal día para salir de mi cuarto sin haber ordenado.

-Sí.- dijo.

-Entonces sabes, ¿puedes venir?- pregunté yendo al baño.

-Lo olvidaste.- apuntó con cierta emoción.

-¡Sí, sí!- exclamé irritado.-Lo olvidé, creí que hoy tendría tiempo para mí...-

-¿Irás a la fiesta con nosotros esta noche?- preguntó Dana.

Fruncí el ceño y me quedé con una toalla limpia en las manos, la coloqué en su lugar y luego cerré la cortina de la ducha.

-No.- negué con la voz más aguda.-Pero ahora, necesito que vengas, por favor.- le pedí.-No sé qué hacer con Victoria, no soy bueno dando consejos... ¿y si comienza a llorar?- le pregunté.

-No puedo ir, lo siento.- se disculpó sin sonar apenada.-Pero pasaré por ti para que vayamos a la fiesta.- agregó.

-Dana, por favor.- dije, casi en una suplica.

-Justo ahora tengo un compromiso, debiste habérmelo pedido antes.- dijo sin una pizca de piedad en la voz.-Pero... estarás bien.- aseguró.

-Dana...- gruñí.

Me incliné cerca del escusado para poner un rollo de papel higiénico nuevo y justo en ese momento escuché el timbre, por instinto miré hacia la puerta y, porque el mundo es terrible, mi móvil se deslizó de mi hombro y cayó directamente dentro del escusado.

La Primera RupturaWhere stories live. Discover now