12. Amigos y sus amantes

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Observé el amplio y colorido calendario que había colgado tras mi puerta con el ceño ligeramente fruncido. Se trataba de una producción completamente artesanal, hecha a mano por Dana y Ben con el propósito terapéutico de mantener mi mente organizada y, por defecto, en calma.

Era un calendario semestral y bastante personalizado, lo que quería decir que el último mes coincidía con el fin de las clases del primer semestre y que había una semana completa resaltada en neón rosa que marcaba el momento en el cual me removerían el yeso.

Quité un sticker de estrellita dorada de su paquete y lo pegué en el día actual, el cual era especialmente importante porque se cumplían dos meses exactos desde que me había quebrado el brazo. Esto quería decir que tan solo quedaban unas pocas semanas de miseria y conductas auto-compasivas.

Me estaba sintiendo bastante contento y motivado, ya que tener una representación gráfica de los tiempos me ayudaba a bajar mis niveles de estrés con creces. Definitivamente Dana y Ben eran excepcionales en esto del compañerismo e iba a tener que pagarles todo el esfuerzo y la preocupación por mi bienestar con algo. No tenía idea de con qué, pero ya lo pensaría.

Por el momento eran las diez de la mañana, estaba vestido, mi cuarto estaba libre de cualquier mota de polvo y todo estaba en su lugar. El único problema era que me moría de hambre, por lo que se me ocurrió la magnífica idea de ir en busca de Ben y sacarlo a desayunar como primera muestra de agradecimiento.

Con esto en mente dejé mi habitación y subí al tercer piso dando grandes zancadas. El cuarto de Ben estaba justo frente a las escaleras, por lo que avancé unos cuatro pasos más y me encontré frente a la puerta. Pensé en tocar, como la mayoría de las veces, pero decidí que simplemente abriría y le anunciaría mi plan.

Fue un error.

Lo que sucedió fue que abrí la puerta con mis cuerdas vocales listas para emitir sonido, pero mi cerebro procesó rápidamente lo que mis ojos veían y supe que tenía que quedarme callado. Si abría la boca iba a arruinar el momento, aunque en realidad ya lo había hecho.

Por alguna razón en lo primero que pensé fueron en las reglas de la Sra. Mari y en que Ben acababa de joder una por primera vez desde que vivía allí. En fin, todo eso se pasó por mi mente en un segundo antes del caos.

Lo que vi fue a Ben recostado sobre su espalda en la cama, hasta ahí todo normal, salvo que había un chico sobre él y que se estaban toqueteando y besando como si no hubiera un mañana. Por suerte la vestimenta estaba intacta y le agradecí al destino no haber entrado quince minutos después, aunque habría preferido no haber entrado nunca.

Fue Ben el que se dio cuenta de mi presencia y lo primero que hizo fue agarrar un almohadón y plantárselo en la cara al chico con tanta fuerza que casi lo noquea. Tomé eso como mi señal, así que cerré la puerta de golpe y me di media vuelta.

Tenía que contarle esto a Dana, era una necesidad imperiosa, no podía guardármelo. El siguiente objetivo estaba claro, así que emprendí el camino de vuelta a mi habitación, pero antes de entrar escuché a alguien bajar apresuramente las escaleras trás de mi.

-¡Derek!- me llamó Ben.

-¿Por qué no le pones seguro a tu puerta?- le pregunté frotándome los ojos.

-Deja que te lo explique.- dijo e hizo un ademán indicando mi habitación.

-Mis ojos...- me quejé.

Abrí mi puerta y ambos entramos al cuarto, yo un poco confundido por el hecho de que saliera a buscarme en vez de ignorarme y seguir en lo suyo; y él con una expresión casi de cansancio y derrota bastante extraña. Aquí pasaba algo sospechoso.

La Primera RupturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora