37. Un juego perdido

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Como me lo prometió a principio de año, el entrenador Sanders decidió llevarme junto con todo el equipo a los primeros dos partidos de las preliminares universitarias de nuestra zona. Seguía en la banca por orden de mi doctor y mi único aporte real eran unos minutos de charla motivacional a quien la necesitara, nada más y nada menos.

Eran alrededor de las siete de la mañana y me encontraba sentado en un banco con mi bolso entre los pies y las manos en los bolsillos de mi chaqueta. Matt estaba a mi lado leyendo acerca de destinos nevados en su teléfono móvil, probablemente planeando sus próximas vacaciones, y de vez en cuando me miraba de reojo como si quisiera hablarme.

Éramos los primeros en llegar al punto de encuentro en el cual subiríamos al autobús que nos llevaría a la locación del partido. Los beneficios de que el equipo de béisbol fuera sostenido económicamente por la universidad implicaba que teníamos buses a nuestra disposición y que los gastos de la estadía en otros lugares estuvieran pagados.

Matt apagó la pantalla de su móvil con un suspiro y se quitó la bufanda verde oscura que llevaba. Otra vez vi que me miraba con cautela y, porque ya me había atrapado la curiosidad, me crucé de brazos y lo miré de reojo.

-¿Qué pasa contigo?- le pregunté.-¿Hay algo que quieras decirme?- especifiqué.

-Eh...- se aclaró la garganta y miró a nuestro alrededor.-Eres amigo de Dana...- comenzó.

-Ah, Matt.- me quejé rodando los ojos.-Sea cual sea el problema, habla con ella.- le dije.

En ese mismo instante un grupo de chicos apareció arrastrando los pies hacia nosotros, ninguno se veía muy animado por estar despierto a las siete de la mañana y era obvio que no tenían muchas intenciones de charlar. Con ellos ya sólo faltaba el entrenador y unos cuantos jugadores más, entre ellos Marco.

-Claro que hablaré con ella.- me dijo Matt en voz baja luego de que saludáramos a los recién llegados.-Pero te contaré de todas formas, ¿sí?- dijo sonriéndome como si pidiera mi permiso.

El autobús, que ya se encontraba estacionado desde antes de que nosotros llegáramos, abrió su puerta y el asistente del chófer nos dijo que ya podíamos entrar. Mientras subíamos me quejé por su falta de consideración al no dejar que Matt y yo entráramos antes, pero ninguno de los dos hombres se dignó a disculparse.

Algo malhumorado me senté en medio del bus y Matt se desplomó sin cuidado junto a mi, sosteniendo su mochila sobre sus piernas y rebuscando en el interior.

-La cosa es que, como ya sabes, tuvimos un encuentro.- dijo abriendo los ojos.-Han sido unos cuantos besos por aquí y por allá, nada muy importante... pero el otro día estoy seguro de que quería acostarse conmigo.- me dijo conmocionado.-Digo, me llevó a su casa...- dijo en voz baja.

-No me digas...- dije alzando las cejas para fingir sorpresa.

-Así que la invité a una cita, porque no quiero que crea que sólo quiero acostarme con ella... no le puedo faltar el respeto así.- dijo con obviedad.

Sin poder evitarlo solté una risa y me cubrí la boca mientras él me observaba como si acabara de reírme de la muerte de su gato favorito. Era tan obvio que mi compañero se había segado con su ideal de Dana que al parecer se estaba olvidando de conocerla realmente y estaba perdiendo sus oportunidades para hacerlo.

-Lo siento, perdón.- me disculpé aguantando la risa.-¿Qué te dijo?-

-Que no creía en las citas... ¿quién no cree en las citas? no es como que fueran un animal fantástico.- dijo frunciendo el ceño.

La Primera RupturaWhere stories live. Discover now