16. Terapia: la profesional y la amateur

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-Estoy tan feliz de que fueras a terapia.- dijo mamá.-Y no me ofende nada que yo lo haya sugerido hace meses y que tú no me tomaras en cuenta.- agregó.

Solté un largo suspiro y cerré los ojos en un mini ejercicio de relajación. Sabía que saldría con algo como eso cuando se lo contara, pero había tenido la mínima esperanza de que no lo hiciera. En fin, me había engañado a mi mismo a pesar de conocerla y saber que ella no olvidaba con mucha facilidad.

-Pasa que si hubiera ido hace meses obligado no habría surgido el efecto esperado.- apunté.-Porque habría estado enfadado e indignado porque me obligaron a ir, lo que quiere decir que hubiera guardado silencio de forma sistemática por semanas e incluso meses hasta que el terapeuta me declarara un caso perdido.- dije.

-Como sea, tenía razón.- dijo sin más.

-No, no, no.- la contradije.

-Lo que importa es que te diste cuenta de que necesitabas terapia.- dijo.-Y que yo tenía razón.-

-No nos vamos a poner de acuerdo con esto.-

-Derek, pequeño, sólo acepta que siempre tengo razón.-

-No creo que...-

-¿Te conté alguna vez que fui a terapia cuando supe de ti?- me preguntó y no esperó que contestara.-Creo que sí, sí. También fui cuando apareció Maya, no manejo bien los embarazos...- dijo como para sí misma.

-Hay muchas cosas que no manejas bien.- comenté.

-Lo sé, ¿y sabes cómo lo sé?- dijo y casi pude ver su sonrisa.-Gracias a terapia.-

-¿Y si la terapia es tan buena por qué no haz aprendido a manejar bien las cosas?-

-Porque no quise, era demasiado trabajo.- rió.-Pero tú eres diferente, al menos lo intentarás.-

-Sí, mamá, voy a intentarlo.- dije con más seriedad.-No quiero que esto se me salga de las manos, creí que ya había pasado... pero ahora creo que aún puedo hacer algo.-

La terapia era algo curioso en sí. Para empezar en mi mente se había armado algo muy diferente a lo que en verdad fue. Me había imaginado recostado sobre un diván mirando un estante lleno de libros mientras el terapeuta me preguntaba acerca de mi infancia y me hacía recordar cosas terribles que explicaban lo que me sucedía ahora. Pero no, nada de eso.

Me había atendido una mujer, su nombre era Sara y debía tener unos treinta cinco años. Nos sentamos frente a frente y lo primero que me dijo fue que estaba en un espacio libre de prejuicios y liberado de presión, que le interesaba saber qué me sucedía pero que no era necesario que le contara todo, que ya iríamos explorando cosas en el camino.

De hecho, la primera sesión apenas hablé de todo lo que tenía planeado decirle... Le di un resumen y luego me dediqué media hora a explicarle lo aburrido que estaba con tanto tiempo libre, le conté acerca de todos los mensajitos que habían en mi yeso y de lo ansioso que estaba porque me lo quitaran. De la nada mi hora había acabado y no había tocado ni la superficie.

-No lo digo porque seas mi hijo, pero te tengo confianza y sé que esto es temporal.- dijo ella.-Ok, quizás si lo digo porque seas mi hijo y creo que eres lo mejor.-

-¿Mejor que Maya?- tanteé.

-Ella es intolerante a la lactosa, supongo que eso le quita puntos.- dijo haciéndome reír.-Pero gana puntos porque es zurda, y los zurdos tienen una vida difícil y ella nunca se ha quejado.-

La Primera RupturaWhere stories live. Discover now