36. Cambié, ¿tu cambiaste?

158 24 6
                                    


El melodioso tono en ascenso de mi teléfono móvil me despertó. Lo busqué a tientas sobre la mesita de noche y me lo llevé a la oreja por inercia, sin siquiera contestar. Dejé escapar un ruidoso quejido e intenté despabilarme para tomar la llamada, por lo que me restregué los ojos y contesté como debía.

-¿Hola?- dije mirando el techo.

-Hola, ¿te desperté?- preguntó la animada voz de mi madre.

-¿Pasó algo?- pregunté irguiéndome enseguida.

Mamá me llamaba al menos una vez a la semana para asegurase de que continuaba vivo, pero generalmente lo hacía durante la noche cuando sabía que no estaba ocupado. Debido a esto fue que me pareció extraño que quisiera hablar conmigo un fin de semana durante la mañana.

-La verdad es que sí...- suspiró.

-¿Estás bien?-

-Sí, de maravilla.- dijo despreocupada.

-¿Entonces...?- insistí, menos ansioso al captar su tono relajado.

-Me preguntaba si querrías desayunar conmigo.- dijo.

Fruncí el ceño confundido por unos instantes mientras me quitaba las mantas de encima y ponía mis pies sobre el piso. Las cortinas de mi habitación estaban cerradas, pero podía adivinar que afuera el sol ya había salido.

-Estás aquí.- afirmé, porque no necesitaba ser muy inteligente para adivinarlo.

Abrí las cortinas y me asomé por la ventana. El sol me cegó por un segundo, pero pronto vi la camioneta negra estacionada frente a la residencia y a mamá observándome desde ella con una sonrisa gigantesca.

-Ya bajo.- suspiré.

Me duché en cinco minutos y me vestí con pantalones deportivos y una sudadera, esperando que ella no tuviera planeado comer en ningún lugar refinado donde pudieran prohibirme la entrada por no mimetizarme. No estaba preparado para comidas lujosas y la verdad era que tampoco tenía muchas ganas de esmerarme en mi atuendo, ella entendería.

Cuando salí me sorprendí al ver que no se encontraba sola, sino que ella y mi hermana me esperaban junto a la camioneta. Apuré el paso observándolas con el ceño fruncido por la confusión y las abracé para saludarlas. Les eché un rápido vistazo y por como se veían supuse que llevaban más de un día en la ciudad, pues se veían demasiado bien como para haber venido directo del aeropuerto.

-¿Qué hacen aquí?- quise saber.

-Esa no es la mejor forma de agradecernos la visita.- dijo Maya abriendo la puerta trasera de la camioneta.

Los tres subimos y nos acomodamos en los asientos. El vehículo se puso en marcha al instante, por lo que asumí que mamá ya le había dicho al chófer nuestro siguiente destino.

-¿Entonces?- insistí.-Digo, verlas es genial... pero, ¿acaso tu no deberías estar en clases?- pregunté apuntando a mi hermana.

Maya enarcó un ceja y me observó como si fuera estúpido, pero de todas formas se cruzó de brazos y comenzó a hablar.

-Estoy viendo mis opciones para el próximo año, el lunes hablaré con el Decano de la Facultad de Negocios.- explicó.-Es la segunda universidad que visito en la semana.-

-Y yo vine al hotel a asustar al gerente con mi presencia, todos se ponen nerviosos cuando aparece la dueña.- contó mamá con una risita.

-Oh.- murmuré.

Mi hermana estaba a menos de dos meses de terminar de una vez por todas la escuela y ya se había decidido por seguir una carrera en negocios, lo que probablemente tenía a papá amándola más que antes por seguir sus pasos. Ante esto fue que durante el viaje se dedicó a contarme de su paso por la primera universidad, ya que al parecer mis padres le tenían bastante confianza y la dejaron viajar sola a visitar sus universidades favoritas.

La Primera RupturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora