0. Un discurso inolvidable

1K 58 14
                                    


Si podía elegir una cosa de la cual quejarme en ese preciso instante era que usar corbata tenía que ser una de las peores torturas que le había deparado la sociedad, y la moda, al hombre. Tan solo podía compararlo con la extraña necesidad de los humanos por hacerse pasar a sí mismos por situaciones incomodas sin una razón lógica aparente, como cuando mi hermana comía helado siendo consciente de su intolerancia a la lactosa.

Con este pensamiento me llevé la mano izquierda al cuello y aflojé levemente el nudo de la corbata con cuidado de no desarmar por completo mi pulcra imagen. Sabía que mamá no iba a regañarme si me la quitaba, pero también sabía que todos en el salón miraban de cuando en cuando nuestra mesa y nos juzgaban en secreto.

Desde que tenía quince años que había comenzado a notarlo y podía testificar que no era para nada placentero. Mamá tenía el don de caerle bien a las personas gracias a un peculiar carisma y seguridad, pero ese mismo don le había hecho ganarse tanto la simpatía de algunos como el odio absoluto de otros. Ella siempre decía que daba igual porque era la "Jefa Suprema", y tal vez tenía razón, pero el problema era que hoy no estaba pasando por su mejor momento y eso significaba un alto riesgo de desastre.

Volví a acomodarme en la silla y busqué a tientas la mano de Alice, cuando la encontré la sostuve con firmeza y la miré de reojo. Se veía realmente hermosa con el cabello recogido en una trenza que caía por su hombro, además de que las tenues luces del salón estaban haciendo maravillas sobre su piel. Se veía absolutamente hermosa, pero su mirada distraía rompía un poco la magia.

-¿Estás segura de que te encuentras bien?- le pregunté inclinándome sobre su hombro.

-Tengo una migraña.- admitió cerrando los ojos.

-Ve a la recepción y pide algo para el dolor, o podrías descansar un rato en alguna habitación.- le indiqué apuntando la salida del salón.

Alice siguió mi mirada y pareció sopesar un poco la idea, hasta que finalmente asintió con resolución y me sonrió.

-Sí, necesito relajarme.-

Le sonreí y ella me dio un fugaz beso en los labios antes de retirarse de la mesa, la observé alejarse a paso lento hasta que desapareció de mi vista. Anoté en mi mente que debía buscarla cuando terminara el evento, principalmente porque yo no podía simplemente desaparecer y dejar abandonada a mi familia.

-¿Adónde va?- preguntó mamá al notar su ausencia.

-No se estaba sintiendo muy bien.- le expliqué.-¿Cómo te sientes tu?-

-¿Eres doctor?-

-Sí, saqué mi título por Internet.- le respondí.

-¿Por qué no lo dijiste antes? Nos hubiéramos ahorrado tanto dinero.- dijo siguiéndome la corriente.

-Debes hablar en el podio dentro de una hora.- le recordé, volviendo al tema.

-Sí, claro.- asintió.

La observé con detenimiento. Tenía una sonrisa despreocupada en el rostro que la hacía ver más joven y su postura continuaba siendo casual, como si nada en el mundo le preocupara jamás. A su lado se encontraba sentado mi tío, quien estaba completamente concentrado en su móvil y no demostraba ninguna clase de consciencia de lo que había a su alrededor. Y junto a mi estaba Maya, mi hermana, con una cuchara en la mano y una copa de cristal repleta de helado frente a ella.

Pestañeé varias veces y volví a examinar el contenido de esa copa.

-¿Qué mierda haces con una copa de helado?- exclamé en voz baja, arrebatándosela.

La Primera RupturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora