18. Un momento

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-¿Eres muy asiduo a los problemas?-

El rostro del doctor era severo, por lo que cuando alzó ligeramente la ceja mientras me preguntaba aquello no pude evitar imaginar lo mucho que debía estar juzgándome. No era el mismo que me había atendido en emergencias, por lo que para él verme con un brazo roto, con los moratones desvanecidos en el rostro y quejándome de un dolor en las costillas podía resultar bastante sospechoso.

-No.- negué como si no entendiera de qué hablaba.

-Esto es reciente.- indicó mi rostro.-Y esos hematomas lo son aún más.- agregó apuntando mi torso con un dedo. 

Fruncí el ceño recordando la dolorosa caída en la habitación de Tami, la compañera de sororidad de Victoria, y apreté la mandíbula. Mis excusas nunca eran muy buenas y estaba batallando por encontrar una, o así fue hasta que decidí que una verdad era más simple.

-Hago deportes.- le dije.-De hecho, soy el pitcher y el ocasional bateador del equipo de béisbol de mi universidad.- le conté por toda explicación.

Me ignoró olímpicamente y continuó rellenando mi ficha y haciéndome preguntas de rutina. Este hombre le estaba quitando toda la alegría a ese día, el cual por cierto era muy especial, pues iban a quitarme el yeso y al fin algo volvería a la normalidad en mi vida.

Respondí sus preguntas de buen animo, pues no quería que me amargara el día, y luego le pregunté acerca de rehabilitación y posibles periodos de recuperación previos a volver a mis tareas. Necesitaba saber si estaba en condiciones de al menos volver a ser tan activo como antes, necesitaba moverme.

Lo siguiente fue retirar el yeso, el cual abrieron por la mitad con una sierra eléctrica que casi me revienta los tímpanos. A pesar de lo incomodo del proceso, ver la forma en la que se partía en dos y dejaba de oprimir mi brazo fue una de las cosas más hermosas que vi en el año, estaba completamente extasiado y continué estandolo mientras el doctor examinaba mis articulaciones y el corte que había quedado cerca que mi codo.

-Está bien, sólo te daré algunos ejercicios y medicamentos.- dijo anotando en su libreta.-Si quieres una recuperación más rápida hay alternativas de rehabilitación, te daré unas recomendaciones.- continuó.-Eso es todo.-

Durante todo su monologo yo había estado mirando mi brazo y moviendo la muñeca y los dedos, se sentía liberador a pesar de que mis músculos estaban algo resentidos. Pero eso era un detalle, pronto estaría en optimas condiciones.

-¿Puedo quedarme el yeso?- le pregunté recibiendo su receta medica.

-Claro.- dijo despreocupado.

Me bajé de la camilla y agarré el yeso, luego salí del box con una sonrisa que absolutamente nadie sería capaz de borrar. Atravesé rápidamente el largo pasillo y cuando llegué a la recepción vi a Dana y a Ben, ambos enfrascados en una conversación que se detuvo cuando me vieron. Se pusieron de pie con sonrisas y aplaudieron tan fuerte que la recepcionista los hizo callar.

-Este es el mejor día de mi vida.- suspiré.

-Te lo quedaste.- dijo Dana arrancando el yeso de mis manos.

-Tengo un plan.- sonreí.

Ellos no hicieron más preguntas y simplemente volvimos a la residencia, en el trayecto paramos en una pastelería y compramos una cantidad ridícula de pasteles y brownies, claro; y también pasamos por la farmacia en busca de los medicamentos. Fue un viaje de lo más entretenido, o así me pareció, porque todo estaba siendo genial ese día.

Cuando llegamos a casa lo primero que hicimos fue echarnos sobre la cama de Ben con todos nuestros manjares a disposición en compañía de té, porque el té era el mejor brebaje inventado por la naturaleza con la ayuda del hombre y aplacaba todas las penas. Excepto las muy terribles, esas no las aplacaba nada.

La Primera RupturaWhere stories live. Discover now